Keith Lowe
Galaxia Gutenberg
Barcelona, 2012
Por si hay algún despistado: el continente al que se califica de salvaje es Europa.
Hace setenta años por estas mismas fechas estaba recién terminada la Segunda Guerra Mundial, pero para muchos europeos, todavía durante bastantes años, las condiciones de vida no mejoraron nada, incluso empeoraron. Y es que la declaración oficial del fin de la guerra, además de un balance desastroso —cuarenta millones de muertos, infraestructuras destruidas, economía colapsada... — dejó tras de sí infinitos atropellos derivados de la absoluta falta de autoridad y control estatal: venganzas, violaciones, hambre, pillaje... unas veces espontáneos, otras tolerados, y hasta impulsados, por los ejércitos vencedores. De todos los desastres humanos, los más graves se produjeron en el este europeo, donde la guerra no terminó en 1945, sino que se prolongó bajo otras formas y con diversa intensidad durante años. Quizá el aspecto más siniestro de aquellos años salvajes fue la limpieza étnica: los judíos prácticamente desaparecieron de Europa, y en lugares donde habían convivido durante siglos gentes de muchas nacionalidades quedaron tan solo los vencedores. Pero en un país tan civilizado como Noruega hubo un plan sistemático de venganza contra las mujeres que habían tenido relación con alemanes y de exclusión contra los hijos de noruega y alemán...
Hace setenta años por estas mismas fechas estaba recién terminada la Segunda Guerra Mundial, pero para muchos europeos, todavía durante bastantes años, las condiciones de vida no mejoraron nada, incluso empeoraron. Y es que la declaración oficial del fin de la guerra, además de un balance desastroso —cuarenta millones de muertos, infraestructuras destruidas, economía colapsada... — dejó tras de sí infinitos atropellos derivados de la absoluta falta de autoridad y control estatal: venganzas, violaciones, hambre, pillaje... unas veces espontáneos, otras tolerados, y hasta impulsados, por los ejércitos vencedores. De todos los desastres humanos, los más graves se produjeron en el este europeo, donde la guerra no terminó en 1945, sino que se prolongó bajo otras formas y con diversa intensidad durante años. Quizá el aspecto más siniestro de aquellos años salvajes fue la limpieza étnica: los judíos prácticamente desaparecieron de Europa, y en lugares donde habían convivido durante siglos gentes de muchas nacionalidades quedaron tan solo los vencedores. Pero en un país tan civilizado como Noruega hubo un plan sistemático de venganza contra las mujeres que habían tenido relación con alemanes y de exclusión contra los hijos de noruega y alemán...
Lowe cuenta las atrocidades con la amenidad y el rigor con que suelen hacerlo los historiadores anglosajones. Y nosotros, lo mismo que podemos horrorizarnos, podemos encontrar también razones para la esperanza: los europeos al cabo de unos años consiguieron superar aquel horror y —recurriendo a la amnesia voluntaria, como era inevitable— alcanzar una reconciliación que ha dado al continente el periodo de paz más largo de la historia. Ahora, el sistema aquel que crearon gentes como Schuman, Adenauer, Monnet, De Gasperi, Spaak... parece que hace agua: antes de tirarlo a la basura convendría pensar en recomponerlo.
El libro cuesta 19 euros.
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