Le
pedí a don Juan que me comentara el primer libro de Horcajada, de
quien tantos elogios hizo aquí en primavera. Hoy me escribe esto:
Querido
amigo:
Le
decía yo no hace mucho que Horcajada era un poeta en agraz. Pues
bien, a la vista de este primer libro que publica, tengo que
corregirme: Horcajada es ya un joven poeta en sazón. Me alegro
enormemente por él, por la poesía que se hace en Almagro —cuya
calidad mejora— y por los lectores.
Como
tantas otras primeras obras, Caridad —que así se llama el
libro— es un poemario amoroso. Los viejos, por viejos,
sabemos que todas las historias de amor son iguales y pasan por
idénticas etapas desde el deslumbramiento celestial del principio
hasta la extinción, sea esta lacerante o sumergida en el tedio. De ahí que en
los poemas de amor nos importen bien poco los hechos y los
sentimientos reales de los protagonistas: nos los sabemos. Lo
que de verdad nos importa es la concreción de estos hechos
—vicisitudes, aprensiones, fantasías, gozos, dolores...—
en poema. O, por decirlo pronto, todos hemos vivido experiencias
amorosas, pero solo unos pocos —los verdaderos poetas— son
capaces de sacar de ellas, como quien encuentra un tesoro, poemas
dignos de este nombre. Y eso, obviamente, se logra por procedimientos
literarios. Puesto que, además, en todas las culturas la expresión
literaria del amor está codificada desde antiguo, el verdadero poeta
es quien destila una cosa común —el amor— en
producto artístico original teniendo plena conciencia de cómo han
hecho lo mismo antes otros artistas mejores que él —pues es
conveniente que, al menos al principio, el aspirante a poeta se
atenga a esta presunción—.
Horcajada
lo consigue: o sea, el poeta Horcajada convierte en materia
poética que nos concierne las venturas o desventuras amorosas del
ciudadano Horcajada, que nos traen sin cuidado. El libro
guarda los tópicos —en el buen sentido de la palabra—
de la poesía amorosa, la amada cumple también las reglas:
inalcanzable e inmerecida, desciende a veces a la altura del poeta,
se muestra esquiva o indiferente, provoca celos, alienta
esperanzas... Pero el poeta traduce todo ello en sesenta y cinco
poemas nada tópicos sino originales. La mayoría van destinados a la
amada en la segunda persona apelativa, unos pocos usan la tercera
persona para la descripción objetiva y distanciada de hechos o
sentimientos, bastantes se dirigen, en segunda persona del plural, al
hipotético público de lectores ante quienes se representa —como
una liturgia: feligreses aceptados, nos llama— este
que es verdadero drama, y en unos cuantos —muy
significativos y de los mejores— el poeta se habla a sí
mismo en segunda persona. Los dos poemas finales —el LXIV,
largo, dividido en tres partes, y el LXV, mucho más breve— dan
la clave de todo el libro. El penúltimo, donde se nombra por primera
vez a la amada —la Caridad que, ahora nos enteramos, da
título al libro—, hace de resumen, incluso de epifonema, de
todos los anteriores; el último diagnostica muy bella y fatalmente,
pero en tono sereno, nada declamatorio, los efectos que ha producido
en el alma del poeta: el amor es un camino irreversible que,
paradójicamente, devuelve al poeta al sitio de partida, pero
transformado: ya no es el mismo, sabe más, aunque esta sabiduría
—¿cómo todas?— sea dolorosa y excluya, agorera,
cualquier atisbo de esperanza.
En
el libro Horcajada despliega una gran variedad de recursos, los
usa con maestría, se aleja claramente de lo que ha sido —y,
por desgracia, sigue siendo— común en los poetas
provinciales y en la tribu trivial de la experiencia; y
logra expresarse con una voz distinta, ya inconfundible y muy rica,
que nos pide a los lectores atención y respeto. Atentos, pues, a
este poeta.
Ahora, los defectos. No son muchos; es más, puede que algunos, más
que defectos de Horcajada, sean manías mías, pero ahí van por si
le parece oportuno mirarlos un poco:
a)
La puntuación: optar por un sistema u otro de puntuación es
facultad libérrima del poeta, pero, una vez tomada la opción, hay
que seguirla hasta el final. Aquí se observan descuidos abundantes.
b)
Rima: hay dos o tres poemas rimados. Desalentadores.
c)
Lenguaje formulario: la lengua poética debe estar siempre en la
máxima tensión, ser siempre significativa; por lo tanto,
salvo que se haga a propósito y con propósito, es inadmisible caer en muletillas
de la prosa burocrática, periodística, científica, televisiva... Y
aquí nos encontramos expresiones como lo nuestro no funciona,
empezar de cero, diamante en bruto, carencias
afectivas, pensar en ti como persona... Y algunas más.
d)
Vulgarismos: hay unos pocos leísmos que llaman la atención y dos
laísmos horrorosos que desgracian cualquier poema por bueno que sea.
Y, más grave, un a salvo mía imperdonable
e)
Edición: manifiestamente mejorable, incluidos los paratextos.
Pero nada de ello le quita mérito a un primer libro de excelente calidad. Felicite a Horcajada en mi nombre cuando lo vea.
(Jesús Miguel Horcajada. Caridad. MRV Editor Independiente. 2015. 11 euros en papel; 3,76 euros en electrónico)
(Jesús Miguel Horcajada. Caridad. MRV Editor Independiente. 2015. 11 euros en papel; 3,76 euros en electrónico)
No hay comentarios:
Publicar un comentario