La España de los pingüinos
Enric Juliana
Destino
Barcelona, 2006
Hace
ya muchos años, en Almagro se podía comprar La Vanguardia. Todos
los días, dos o tres ejemplares formaban en el quiosco un montón
ridículo junto a los montones mucho más altos de los periódicos de
Madrid. Don Juan nunca llegó a saber quién o quiénes serían los
compradores, pero se los imaginaba cultivados, apacibles y poco
proclives a la teatral indignación que promovían —todavía promueven— algunos diarios de la capital. Aquellos desconocidos
lectores de La Vanguardia —y ahora ustedes también, si tienen la
curiosidad de asomarse a la edición digital— leerían, sin duda,
las muy agudas crónicas que enviaba desde Madrid Enric Juliana.
Juliana es un periodista a la vieja usanza, en la estela de otros
grandes periodistas catalanes —Gaziel, Pla— que cuidan mucho la
vertiente literaria del periodismo sin olvidar que este se
reduce a tres cosas: observar, entender y contar.
Juliana publicó en 2006 el libro que ahora, con cierta
melancolía, relee don Juan. Algunos de los nombres que en él
aparecen se han diluido en la penumbra del olvido y uno tiene que
hacer esfuerzos para rememorarlos, pero la realidad que describe, las
nubes que otea en el horizonte, los riesgos sobre los que llama la
atención siguen vigentes y, desgraciadamente, con pronóstico más incierto.
Por eso merece la pena leer este libro: está escrito por alguien
convencido de la bondad de España, cree que merece la pena trabajar por el entendimiento, pero duda de la
sensatez de los españoles para asegurarle la continuidad. Si ustedes vieran a un ciego correr hacia el abismo ¿no le avisarían del riesgo, no le pedirían que se parara? Pues eso hace Juliana en resumidas cuentas. Y con una prosa excelente.
Si
no encuentran este ejemplar —que a don Juan le costó dieciocho
euros y medio—, pueden comprar España en el diván, un
volumen que agrupa a La España de los pingüinos (2006), La
deriva de España (2009) y Modesta España (2012). Cuesta
veinticuatro euros, algo menos de siete en electrónico. Les vendrá bien: entender lleva más esfuerzo que descalificar, pero es mucho más sensato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario