—Ayer fui a comprar el periódico y me
encontré un fantasma.
Don Juan dice esto abruptamente, sin
saludar, sin felicitarnos el año, sin pedir el café y la copa. Quienes lo
conocen menos temen que le haya sentado mal la Nochevieja. Pero yo sé que no: amaga una sonrisa y los ojos le brillan maliciosamente.
Como el jugador que enseña cartas ganadoras, deja encima de la mesa una
revista:
—Ahí lo tienen: Yanis Varufakis. Para
esto ha quedado.
—¿Para qué ha quedado? ¿Por qué es un
fantasma?
—Digo fantasma en las acepciones tercera y quinta del DRAE. Es decir, un
muerto que se nos aparece sin esperarlo, y un individuo hinchado de vanidad. Y
ha quedado para esto, para salir en una revista
femenina.
—¿Icon es una revista femenina?
—Antes se
llamaba revista femenina a la
publicación, dirigida expresamente a cierta clase de mujeres, que trataba temas
de belleza, de moda, de actualidad, de “pensamiento positivo”, de cultura, sin meterse en profundidades y
sin salirse de lo políticamente correcto. Icon es ahora lo mismo, aunque para
hombres.
Nadie dice nada. Don Juan vuelve al fantasma:
—Varufakis representa muy bien al
revolucionario de salón. Un tipo seductor, palabrero, con remedios maravillosos para
todo, pero falto de rigor; es decir, que no cuenta con la realidad: espera
que la realidad se acomode a su palabrería. Obviamente, si alguna vez tiene la
oportunidad de llevar a la práctica sus ideas,
fracasa estrepitosamente, porque la realidad es dura y terca. Ahora bien,
nunca reconocerá el fracaso: el fracaso será de la realidad, que, malvada, no
se aviene a sus deseos. Cojos que le echan la culpa al empedrado.
—Hay muchos de esos.
—Sí, hay muchos. Mientras
despotriquen en las televisiones o escriban en los periódicos, son inofensivos;
lo malo es que lleguen a gobernar. Afortunadamente para Grecia y para Europa, Tsipras
ha demostrado más inteligencia.
—¿Por qué lo dice?
—Yo confiaba poco en Tsipras, ya lo
saben ustedes. Creía que era un fantasma como Varufakis. Pero no. Tardó seis
meses en darse cuenta de que los aspavientos teatrales de Varufakis eran
suicidas, que hay que considerar la realidad, que en cada momento debe
hacerse lo que se puede, aunque no sea todo lo que se quisiera. A los seis
meses, mediante una maniobra tramposa pero efectiva, un regate digno de Messi,
echó carnaza a los radicales —el referéndum— y se deshizo de ellos; llegó a un
acuerdo con los acreedores; convocó elecciones y las ganó con solvencia. Y con
ayuda.
—¿Con ayuda?
—Con ayuda legal. El parlamento
griego tiene trescientos diputados, de los cuales solo se eligen doscientos
cincuenta; los cincuenta restantes se le adjudican gratuitamente al ganador. Con
mayores o menores cautelas y tecnicismos, en muchos países se hace algo
parecido. Se considera que la representatividad de los parlamentos no es un
valor absoluto, que también importa la estabilidad de los gobiernos. A lo mejor
no es ninguna tontería. Si el mismo sistema rigiera en España, el PP tendría
ahora mayoría absoluta.
—No dé usted ideas.
—Las dio Nuestro Señor Jesucristo en
el Evangelio de San Mateo: Omni enim
habenti dabitur, et abundabit; ei autem, qui non habet, et quod habet auferetur
ab eo. O sea, que al que tiene mucho se le dará más, y al que tiene poco se
le quitará lo poco que tiene.
—Lo que ha hecho el Partido Popular
estos cuatro años. Por eso lo ha votado tanta gente: por aplicar el Evangelio
—dice un guasón.
Don Juan lo mira sonriente; sigue a lo
suyo.
—También, en cumplimiento de este
mismo mandato evangélico —que se suele llamar Principio Mateo—, a los partidos que sacan menos de un determinado
porcentaje de votos se les excluye del reparto de escaños; aunque tuvieran
derecho a alguno, no se les da. Una “barrera electoral” pensada igualmente para
que haya gobiernos estables.
—Pero hablaba usted de Grecia…
—De Grecia hablo, ahora que casi
nadie lo hace. Desde septiembre, Grecia ha desaparecido de las televisiones, de
los periódicos, de la actualidad.
¿Qué significa eso? Que se están haciendo las cosas bien; es decir, que se han
descartado los maximalismos y las rabietas de niño malcriado, y que los
acreedores han aflojado el nudo. Grecia —y Europa— saldrá adelante.
—¿Y España?
—Que deberíamos escarmentar en cabeza
ajena. Y el que más, el PSOE. En Grecia hay un espejo que no los saca muy
favorecidos. En 2009, el PASOK tenía 160 diputados y SYRIZA, 13; en mayo de
2012, el PASOK, 41 y SYRIZA, 52; ahora, el PASOK se conforma con 17, mientras
SYRIZA llega a los 145. Pudiera ser una advertencia.
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