(Segundo volumen: 2004-2007)
Iñaki Uriarte
Pepitas de Calabaza
Logroño, 2011
Don Juan tiene esa costumbre: si un acontecimiento o situación actuales le recuerdan a otros del pasado, busca a ver qué hicieron y qué dijeron los que estaban allí. La declaración de independencia del parlamento catalán le ha recordado al Plan Ibarretxe. ¿Se sitúan? Parece que fue hace un siglo. Gracias a Dios, no se ha cumplido ninguna de las sombrías premoniciones que muchos auguraban solemnemente. Todos los exaltados —y fueron plaga: en el ABC, en La Razón, en El Mundo, en La Gaceta, en la COPE...— se equivocaron. Tal vez porque no les hicimos caso estamos ahora bastante mejor que entonces. Pero don Juan no quiere ponerse hoy trascendente: dejémoslo para otro día.
El caso es que, buscando reacciones al Plan Ibarretxe, don Juan dio con el segundo volumen de los Diarios de Uriarte. Ya no buscó más: empezó a leer, el libro lo atrapó y se le fue la tarde en terminarlo; al día siguiente tomó el primer volumen y también lo volvió a leer entero. Y ya ha encargado el tercer volumen que, por unas cosas o por otras, no había comprado aún. Ya ven ustedes que la independencia catalana ha sido una bendición para don Juan.
Los Diarios de Uriarte se llaman así porque, seguramente, alguna vez lo fueron; es decir, en alguna época de la vida, Uriarte —así parece que se comportan convencionalmente los diaristas— se sentaba todos los días —o casi— delante del ordenador o del cuaderno, ponía la fecha y escribía, un poco al tuntún, sobre lo que había hecho, lo que había visto, lo que había leído... Pero el resultado no es ese. En el proceso de conversión del diario íntimo en libro publicado, Uriarte ha cumplido una concienzuda tarea de selección y poda, de criba inmisericorde con harnero finísimo, que deja para el lector solo unos pocos fragmentos, despojados incluso del anclaje cronológico, pues ha desaparecido hasta lo único que hace que los diarios sean diarios: la fecha. Es decir, si hubo un collar ya solo quedan unas pocas cuentas, sin hilo que las junte.
Pero las cuentas son preciosas en su simplicidad, en la ausencia de énfasis, en la naturalidad de la prosa —tan transparente que no se ve, tan fresca que alivia— y muestran una cultura amplísima, horas de lectura, dominio —muy bien disimulado— del oficio de escribir, agudeza, ironía, comprensión y horror a cualquier dogmatismo. O sea, todo lo contrario de la oratoria y de la predicación.
Naturalmente, por razones que cualquiera puede imaginar, don Juan se ha acordado de los pecios de Ferlosio. Ferlosio no es ya el mejor escritor en lengua castellana: es Uriarte.
El primer tomo de los diarios abarca de 1999 a 2003; el segundo de 2004 a 2007; y el tercero —¡ojo: parece que no habrá más!—, de 2008 a 2010. El último cuesta catorce euros; los otros dos, quince cada uno.
El caso es que, buscando reacciones al Plan Ibarretxe, don Juan dio con el segundo volumen de los Diarios de Uriarte. Ya no buscó más: empezó a leer, el libro lo atrapó y se le fue la tarde en terminarlo; al día siguiente tomó el primer volumen y también lo volvió a leer entero. Y ya ha encargado el tercer volumen que, por unas cosas o por otras, no había comprado aún. Ya ven ustedes que la independencia catalana ha sido una bendición para don Juan.
Los Diarios de Uriarte se llaman así porque, seguramente, alguna vez lo fueron; es decir, en alguna época de la vida, Uriarte —así parece que se comportan convencionalmente los diaristas— se sentaba todos los días —o casi— delante del ordenador o del cuaderno, ponía la fecha y escribía, un poco al tuntún, sobre lo que había hecho, lo que había visto, lo que había leído... Pero el resultado no es ese. En el proceso de conversión del diario íntimo en libro publicado, Uriarte ha cumplido una concienzuda tarea de selección y poda, de criba inmisericorde con harnero finísimo, que deja para el lector solo unos pocos fragmentos, despojados incluso del anclaje cronológico, pues ha desaparecido hasta lo único que hace que los diarios sean diarios: la fecha. Es decir, si hubo un collar ya solo quedan unas pocas cuentas, sin hilo que las junte.
Pero las cuentas son preciosas en su simplicidad, en la ausencia de énfasis, en la naturalidad de la prosa —tan transparente que no se ve, tan fresca que alivia— y muestran una cultura amplísima, horas de lectura, dominio —muy bien disimulado— del oficio de escribir, agudeza, ironía, comprensión y horror a cualquier dogmatismo. O sea, todo lo contrario de la oratoria y de la predicación.
Naturalmente, por razones que cualquiera puede imaginar, don Juan se ha acordado de los pecios de Ferlosio. Ferlosio no es ya el mejor escritor en lengua castellana: es Uriarte.
El primer tomo de los diarios abarca de 1999 a 2003; el segundo de 2004 a 2007; y el tercero —¡ojo: parece que no habrá más!—, de 2008 a 2010. El último cuesta catorce euros; los otros dos, quince cada uno.
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