Ignacio J. García Pinilla (Coordinador)
Almud
Toledo, 2013
En la cadena más o menos larga que va del
autor al lector, las editoriales constituyen un eslabón principalísimo, aunque
muchos lectores —y, lo que es peor, muchos autores— lo desconozcan. El editor
no es solo un intermediario manufacturero y mercantil; es, sobre todo, un motor
que incentiva, cuida, pule y difunde el producto cultural por excelencia: el
libro. Cualquier lector puede hacer, sin esforzarse mucho, una lista agradecida
de editoriales con las que está en deuda.
Entre las editoriales, como es natural, se
encuentra de todo: desde las que tienen objetivos principalmente crematísticos
a las que, sin olvidarlos, ponen el acento en la difusión cultural. De estas
hay bastantes —pequeñas, abnegadas, marginales, casi clandestinas— que
contribuyen decisivamente a la bibliodiversidad, o sea, a que lleguen al
lector, en condiciones dignas, libros que de otra manera no llegarían. Es el
caso de la que edita el que hoy lee don Juan: Almud, Ediciones de Castilla-La
Mancha.
Alfonso González-Calero es el alma de
Almud y de otras meritorias y nobles iniciativas culturales —desde la
remotísima y pionera revista Almud hasta Añil, por ejemplo— por las que no
siempre ha recibido el reconocimiento que merece. Pero él persevera incansable,
con unos cuantos secuaces igualmente animosos, en la tarea de hacer
región a fuerza de libros, y tienen ya un catálogo amplio, variado y de notable
calidad. Ojalá aguanten mucho.
Uno de los libros que se incluyen en el
catálogo de Almud y que representa muy bien las virtudes de la editorial y del
editor es Disidencia religiosa en
Castilla la Nueva en el Siglo XVI, que don Juan ha leído estos días de
atrás. Se trata de una colección de artículos de muy buen nivel —aunque alguno
quizá lo hayamos leído en otra parte, y otro tenga más paja que grano y este traído muy por los pelos— sobre un fenómeno ya bien conocido por los
especialistas, pero no tanto por el gran público. Y es una lástima, porque la
España de hoy —los españoles de hoy— es fruto, en gran parte, de aquellas
controversias y tribulaciones.
Como habrán visto, si han mirado el catálogo, cuesta 20 euros.
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