Emmanuel Carrère
Anagrama
Barcelona, 2013
No
le gusta mucho a don Juan esta moda de las novelas que parecen
historia o biografía, pero que son novelas —o viceversa—, ni
tampoco los nombres con que se las quiere dignificar. De modo que
no lee a Javier Cercas, por ejemplo. Pero su hijo le
recomendó Limónov. Don Juan es fácil de convencer para que
empiece un libro; para que llegue a terminarlo ya es otra cosa: lee
solo los libros que logran interesarle y no duda en abandonar los que
no lo consiguen, porque "a mi edad —dice él— no está ya
uno para perder el tiempo". Y Limónov le ha gustado,
francamente.
Carrère,
que es bastante conocido en España, escribe bien; es decir, domina la
técnica de contar historias combinando equilibradamente los
ingredientes, dosificando las claves, manejando el ritmo y
expresándose en un lenguaje claro, sin obstáculos, accesible a
cualquier lector: de ahí su éxito. No es un genio de la literatura,
pero sus libros tienen buen nivel: sobrepasan el mero
entretenimiento, y no tienen por qué decepcionar a los exquisitos.
Y,
además, aquí cuenta con un personajes formidable: Eduard
Veniamínovich Savienko, o sea, Limónov —cuyo apodo proviene del
nombre con que se designan en ruso las granadas de mano—. Si alguno
de ustedes está al tanto de la política rusa sabrá algo de él:
que fundó un partido nacional-bolchevique (no han leído
mal), que confluyó con Kaspárov en contra de Putin, que se ha
significado en protestas contra la represión como las que se
originaron tras el asesinato de la periodista Anna Politkóvskaia, y
que escribe... Pero antes había hecho otras
muchas cosas no muy convencionales en Rusia, en Ucrania, en Estados Unidos, en Francia, en
Serbia: desde luego, un ser humano extraordinario para lo bueno y
para lo malo que funciona estupendamente como protagonista de novela.
Aunque esto no es una novela... o sí.
Lo
que a don Juan más le ha interesado es el retrato de los últimos
tiempos de la Unión Soviética, de su descomposición y de su
fracaso. Si este era el hombre nuevo que se pretendía crear
desde 1917, Rusia ha desperdiciado un siglo y tardará en recuperarse
de las secuelas.
En
fin, léanlo, que no se arrepentirán. Y, si les quedan ganas, pueden
leer también Soy yo, Édichka, una autobiografía del propio
Limónov que edita Marbot. Entre los dos se gastarán unos cuarenta
euros. Por si no les sobra el dinero, a don Juan —qué cosas— le
ha gustado más el de Carrère.
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