Me manda don Juan un correo electrónico que es como aquellas cartas que antiguamente se escribían en papel. Dice así:
Querido amigo:
Este año, después de esquivar numerosas presiones familiares y amistosas, creo que pasaré la Nochevieja solo, en el campo, sin nadie en varios kilómetros a la redonda. La soledad, si es voluntaria y reversible, constituye uno de los mayores placeres a disposición de los seres humanos; y, además, es barata. En tanto que la compañía ineludible, reglamentada, ruidosa y obligatoriamente alegre de estas "fiestas tan entrañables" se convierte, si no en una tortura, al menos en una molestia francamente desagradable y cara.
Así pues, si Dios quiere, disfrutaré de la soledad y de la lectura, me acostaré pronto, ahorraré uvas y cava, y tendré para usted y toda de la humanidad gritona y achispada un recuerdo irónicamente compasivo. Para el resto de la humanidad, la que padece soledad forzosa, se halla enferma o no puede celebrar nada también tendré un recuerdo compasivo, pero no irónico: doloroso e indignado.
Y a todos, especialmente a usted y a nuestros hipotéticos lectores, les desearé un muy feliz y próspero 2015.
Reciba un fuerte abrazo de su amigo
Juan Rojo
Yo no disfrutaré de la soledad, sino de la compañía familiar (nada molesta, por cierto), comeré más de lo prudente, me achisparé un poco, hablaré alto, reiré ruidosamente, me acostaré tarde y amaneceré mañana un tanto desacompasado del mundo y de mí mismo. Pero también, ahora que todavía puedo, les deseo un muy buen año 2015.
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