Don
Juan estuvo deambulando por Almagro la noche del viernes, esa que
llaman Noche en Blanco o Noche Blanca, que los denominadores no
acaban de ponerse de acuerdo. Yo no pude: tenía obligaciones
familiares.
Hoy
me cuenta sus andanzas. Asistió al concierto en el patio de los
Palacios Maestrales, una joya; visitó el mercadillo del Hospital de
San Juan; en el callejón del Toril hizo algunas observaciones muy
agudas sobre ciertos especímenes humanos; bebió chatos de vino en
bares atestados; y entró, casi por casualidad porque nadie lo había
invitado, en la presentación del último número de la revista Arte
y pensamiento de Almagro —que ahora se llama Arte y
pensamiento de Campo de Calatrava, como si el nombre lo hubiera
puesto algún balcánico de esos que profesan aversión a los
artículos—. Me dice que había más autores que público y que
todos estaban sentados como en misa, en sillas variopintas que le
recordaron las que se ponían en los velatorios. Los oficiantes
fueron cuatro, de desigual elocuencia: una joven de prosodia
característicamente almagreña, que cedía la palabra a los demás;
el editor de la revista, muy puesto en su papel; uno de los
articulistas, que leyó un discurso probablemente bien escrito, pero
muy mal dicho; y el alcalde. La retórica del alcalde le llama
siempre la atención a don Juan; reúne, según él, dos rasgos en
apariencia contradictorios: es inane y, paradójicamente, eficaz;
inane, porque se aparta poco de los lugares comunes y los
argumentarios de su partido; y eficaz, porque suele estar bien dicha,
con buena voz, en un tono de familiaridad que gusta a los oyentes, y
salpimentada con pizcas de cultura de wikipedia que nunca vienen mal
en determinados auditorios. Después de la misa probó la
mistela y los dulces por no desairar a los anfitriones, habló con
los autores que conocía, alabó sus artículos —aún no leídos,
pero estas cosas a don Juan se le dan de perlas—, compró la
revista, y se retiró discretamente dejándolos engreírse con sus
elogios mutuos.
Hoy,
la revista ya estudiada, me dice que los artículos, aunque
desiguales, tienen buen nivel, y que unos pocos no desmerecerían en
publicaciones de mayores ínfulas. Me promete que los comentaremos.
Mientras paga el café y la copa que nos hemos tomado, subraya la
labor de Martínez Carrión en este Almagro que muchas veces parece
un páramo provinciano: No hay nada igual por ahora, asegura. Y, como
el otro día, sostiene que mientras haya gente así todo puede tener
remedio.
Para
don Juan, cultura quiere decir, casi exclusivamente, cultura
escrita, por eso incurre a veces en exageraciones y olvidos
flagrantes.
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