domingo, 15 de septiembre de 2019

Ejercicio de estilo

A don Juan le formulan a menudo preguntas que no sabe contestar; aunque podría salir del paso más o menos airosamente, no le importa manifestar la ignorancia; si esta es vencible promete vencerla en un plazo prudente; si no, lo confiesa de inmediato. Hoy, por ejemplo, a propósito de cierta entrada del blog recordada días atrás, alguien indaga:
—¿Es Almagro un pueblo culto, don Juan?
Y don Juan:
—Solo cabría responder a la pregunta figuradamente.
—Quiero decir que si los almagreños somos cultos.
—No los conozco a todos, pero no faltarán ni cultos ni ignorantes.
—¿Y la media?
—¿Cómo la sacamos? ¿Por la gente que lee? ¿Por la gente que lee periódicos? ¿Por la gente que lee en la biblioteca? ¿Por los que asisten al teatro, a conciertos, a conferencias, a exposiciones? ¿Por los miembros de asociaciones culturales? Lo ignoro. Sí me parece observar, en cambio, un notable aumento —o una mayor visibilidad— de las personan que muestran, como mejor les cuadra, inquietudes creativas: músicos, teatristas, pintores, poetas, novelistas, historiógrafos… ¿Cuánta repercusión, cuánto reconocimiento encuentran? No lo sé. Nosotros —don Juan, misericordioso, habla en primera persona del plural— procuramos estar al tanto.
—Siempre se escapará alguno.
—No por desinterés. Hace poco tuvimos noticia de este libro —lo enseña: De dragones, de estrellas y del Corral de ver y oír las comedias—; lo hemos leído.
—¿De quién es?
—De Montserrat Rayo Olmo. No la conocemos personalmente; leímos un librito suyo sobre la mudanza de los calatravos a Calatrava la Nueva: nos gustó.
—¿Y este?
—También. Trata, además, de un asunto capital para los almagreños: el Corral de Comedias.
—¿Novela histórica? —inquiere un resabiado.
—Novela fundada en la historia, que no es lo mismo. El libro parte de una ambición genuinamente literaria que supera con mucho la del simple entretenimiento. De ahí que los personajes aparezcan sólidos y complejos; que el ambiente y el tiempo se recreen con fidelidad, elegancia y viveza; que las peripecias configuren un argumento bien equilibrado, estructuralmente armónico y coherente, en donde lo imaginario, lo hipotético y aun lo fantasioso se acoplan de modo natural y verosímil con el entramado de la historia verdadera; el lenguaje —matizaremos pronto— es rico y jugoso: combina ágilmente los dichos populares, incluso vulgares, con el registro culto, y permite pasar de lo solemne a lo graciosos o a lo irreverente sin sobresaltos… En fin, que se notan el trabajo, los conocimientos históricos, el genio verbal y las dotes artísticas de la autora.
—Mucho es. ¿Le encuentra peros?
—Solo uno, y derivado precisamente de la ambición.
—¿Es pecado la ambición?
—Dentro de unos límites, no. Ahora bien, los autores primerizos suelen caer en la tentación de mostrarnos todos sus talentos de una sola vez: con frecuencia se exceden.
—¿En qué se excede la autora?
—En el lenguaje: pretende imitar el de la época.
—¿Lo consigue?
—A duras penas; desde luego, peor de lo que asegura la autora del prólogo: sin entrar en los motivos por los que un autor se impone la tarea, ardua, de resucitar un lenguaje o una forma literaria periclitados —parodia, pastiche, ejercicio de estilo, ingenua exhibición de habilidades, o cosecha de determinados efectos estéticos inalcanzables de no ser por este medio—, los lectores tenemos derecho a pedirle —por su bien— que atine: de otro modo, acaso lo que aspiraba a pastiche se quede en parodia.
—¿Sucede aquí?
—A ratos.
—Ponga ejemplos.
—La obra está infestada de arcaísmos y de anticipaciones. Respecto a los primeros, sobra con mencionar uno omnipresente: la efe inicial en palabras que la perdieron; ya saben: fablar, facer, fermosura, ferida En estas tierras al comenzar el siglo XVII tal efe llevaba muchísimo tiempo muerta y enterrada: basta recordar a Juan de Valdés, que el hinojo —en Aragón todavía finojo— fue la planta emblema de los Reyes Católicos, que cuando don Quijote fabla los circunstantes se mofan —cuando habla se admiran, y que la fabla en el teatro es siempre burlesca. Luego…
—¿Las anticipaciones?
—Por lo que toca a nuestro libro, llamo anticipaciones a las palabras o giros incorporados a la lengua después de 1700, o sea, aquellos que Leonardo de Oviedo y sus contemporáneos jamás llegaron a oír —ni a usar, claro. En la primera página hay varios, de modo que los fui apuntando, me cansé enseguida, me olvidé de ellos y disfruté del libro: creo que acerté.
—Díganos algunos de todas formas.
—Ahí va un puñado: quehaceres, camino a seguir, laudo, emerger, roló, pletórico, a rebufo —¡menos de cuarenta años lleva entre nosotros fediendo a gasolina!—, parafernalia… Todo en ocho páginas apenas.
—¿Descalifica eso al libro?
—No. El libro, aunque sufre, aguanta.
—¿Entonces?
Ejercicio de estilo, que nunca sobra. Traducido al castellano de hoy ganaría.

(Montserrat Rayo Olmo. De dragones, de estrellas y del Corral de ver y oír las Comedias. Almud ediciones de Castilla-La Mancha. Toledo. 2019. Dieciocho euros.)

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