Aun en plena vendimia, huyendo de las lluvias que anunciaban
diluvio, don Juan se vino ayer tarde para Almagro; estuvo en el concierto de
las bandas de música; hoy acude a la tertulia a comentar la actualidad.
—No es
exactamente así, querido amigo: acudo a la tertulia a tomar copas con ustedes y
a conversar un rato.
—¿Qué
es la actualidad? —pregunta el
despistado.
—Las cosas
de que habla todo el mundo —responde alguien sin pensarlo mucho.
—Y
¿quién es todo el mundo?
—Hombre…
Don
Juan aborta el conato de círculo vicioso:
—Pero
Grullo sostendría que la actualidad
es el conjunto de cosas que ocurren actualmente.
Aunque eso no es decir nada: en el mundo ocurren en cada momento infinitas
cosas.
—¿Entonces?
—Entonces,
al menos en teoría, cada uno selecciona las que le pillan cerca: esa es para él
la actualidad. Grupos de personas próximas —en cualquiera de los sentidos del
término— se verán afectados por lo mismo: compartirán actualidad.
—¿Por
qué recalca en teoría?
—Porque
habitualmente la actualidad se nos
impone, no la escogemos. En estos tiempos hiperconectados,
las redes y los media deciden qué es la actualidad. Nosotros, corderitos, hablamos
de ella.
—¿Usted?
—Les
dije hace poco que también soy gente. No obstante, a veces me fijo en cosas que
a otros apenas les interesan.
—Díganos
una.
—Me ha
llamado la atención el nombramiento de Natalia Menéndez para dirigir el Teatro
Español y las Naves del Matadero. Creo que Andrea Levy ha elegido bien.
—¿No le
molesta que hayan echado a los que había?
—La
dirección de ciertos organismos, entidades e instituciones debería estar a
salvo de los vaivenes políticos; pero, si desgraciadamente no es así, prefiero
que nombren a personas competentes. Menéndez es
persona competente. Ojalá acierte.
—Sabrá que hay elecciones generales —ironiza uno.
—Por supuesto
—¿Le ha sorprendido?
—Ni a mí ni a nadie. Como a la mayoría, me ha decepcionado
un tanto; no mucho: en julio gasté la última reserva de optimismo que guardaba
desde el 28 de abril.
—¿Qué hará el 11 de noviembre?
—Votar, por supuesto. Mientras llega el momento, apartarme de
la actualidad, o sea, huir de la granja político-mediática
—cerdos, gallinas, vacas, ovejas, perros guardianes y perros de carea— cuya
ruidosa algarabía cacofónica resulta exasperante; y, salvo con ustedes, no
hablar con nadie de las elecciones.
—Democracia es votar
—repite un loro.
—Nos estamos hinchando —apostilla por lo bajo el cínico.
—Democracia es muchas más cosas; sin embargo, votar es parte
esencial de la democracia. Los que ahora fomentan la
abstención o lo hacen por insensato oportunismo —muchos periodistas:
periodista rima estupendamente con oportunista— o preferirían regímenes de resolución sumaria —sumarísima—: los
viejos recordamos bien lo que decía Franco al respecto. Vacunado, en esto de
votar —y en todo— defiendo la gula, aborrezco el ayuno.
—Reconocerá que los dirigentes no han dado la talla.
—Lo reconozco: han demostrado —¡una vez más!— considerable
ineptitud.
—¿Por qué?
—El inepto no pierde oportunidad de exhibir la ineptitud.
—Don Juan…
—Puesto que casi los doblo en edad, podría apuntarme al
tópico: decir que el mundo va a peor; que Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias
son un hatajo de jovenzuelos caprichosos y malcriados, inconscientes e irresponsables,
que se ofenden y se frustran por cualquier menudencia; que acaso no les iría mal un tirón de orejas. Salvo en lo primero, tal vez acertara; pero
con estos bueyes tenemos que arar. Además, por ahí afuera no están para darnos lecciones, y la culpa no es solo de los dirigentes.
—¿Con quién la comparten?
Don Juan resopla:
—Uf. Los partidos políticos, elementos esenciales de la
democracia y maquinarias excelentes para muchas cosas, vienen con un defecto de
fábrica extraordinariamente contagioso —no hay sino mirar a los nuevos—: son mezquinos, es decir,
promocionan a los mejores para el propio partido, no a los mejores para el
conjunto de los ciudadanos. Los ciudadanos, por su parte, tampoco ayudan: con
frecuencia se dan al juliganismo —acuérdese, por ejemplo, de los que gritaban a
todo pulmón «¡Con
Rivera no!»—. Y a
ver quién les lleva la contraria; a ver quién les lleva la contraria a las redes, a los periódicos —más que
informar, presionan—, a los consejeros
áulicos: los que juegan a Rasputín —o a Arriola—, como Iván Redondo. Para
ello habría que…
—¿Resucitar a Washington, a Bismark, a Churchill?
—Nadie resucita; tenemos estos bueyes; luego solo una ciudadanía
responsable, digna, crítica, consciente de su propio valor les hará enderezar
el surco. A latigazos, si es preciso.
Mucho pide don Juan, pienso para mis adentros: incluso aquí
en el corro los hay dejados, criticones, inconscientes, superficiales… Pero, al
menos, irán a votar. ¿Látigo en mano?
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