Orden de búsqueda y captura para un ángel de la guarda
José Ramón Gómez Cabezas
Ledoira
Toledo, 2014
Don Juan llegó a Gómez Cabezas hace dos veranos, gracias a la recomendación de González Calero, ese formidable agitador cultural. ¿Por qué entonces, si ha pasado ya más de un año desde que leyó la novela, la trae hoy aquí? Por tres razones: la primera, porque el otro día se presentó en Almagro, en la biblioteca; don Juan no asistió —se enteró tarde—, pero le gusta que el pueblo se abra a estas cosas. La segunda porque Almagro está presente en el libro y, además, gracias a un hecho proverbial: el fiasco aquel del torero Cagancho. Y la tercera, porque es un buen libro: tampoco, por desgracia, hay muchas buenas novelas que tengan como escenario estas tierras...
Orden de búsqueda... —el título, demasiado largo, no es un buen anzuelo para pescar lectores— es la segunda obra del autor, dedicado a la novela negra y ya con cierto prestigio en este mundo —efectivamente: más que un género, es un mundo— tan característico, y, en principio, ajeno a sus ocupaciones profesionales. Los protagonistas —¡a ver!— forman pareja y resuelven misterios, aunque no precisamente mediante depurados razonamientos, y sufren vicisitudes que los integran en la acción. No son, por tanto, estos rasgos los más interesantes. Lo que da valor a la novela de Gómez Cabezas es que la trama está bien ideada; los episodios, bien enganchados; el misterio y la acción, en dosis justas; los personajes, convincentes; y los temas, de actualidad —sí, de actualidad—... Pero, sobre todo, hay tres cosas que a don Juan le gustaron especialmente: el "ambiente" de la Ciudad Real del primer tercio del siglo XX, perfectamente evocado; el estilo, muy rico, expresivo y eficaz —mucho mejor que "la media" de lo que se escribe por aquí, incluso de lo que se escribe con pretensiones "literarias"—; y la estructura: en un escenario verdadero, Gómez Cabezas es capaz de insertar unos personajes y una trama verosímiles y servirse de ellos para propósitos de conocimiento y crítica de aquel mundo que no está tan lejos del nuestro; es más: que vive todavía en gran medida. Quiere eso decir que rara vez da puntada sin hilo, que todo está estudiado y sirve a un propósito y que ese propósito tiene más trascendencia que la resolución del consabido misterio.
El libro es, pues, muy estimable, aun a pesar de ciertos deslices —cúpula triangular de la catedral, archidiócesis de Ciudad Real, "afectuosa diatriba sobre las múltiples virtudes", derecho canónigo, un hujier con hache y un ostias sin ella ...— y de dos dudas que a don Juan le rondan por la cabeza: en el primer tercio del siglo XX ¿alguien en Ciudad Real llamaba bebés a los recién nacidos, alguien decía género donde hasta hace nada se decía sexo?
Fuera de estas minucias, la novela merece la pena; así que léanla ustedes; cuesta catorce euros y pasarán un buen rato.
El libro es, pues, muy estimable, aun a pesar de ciertos deslices —cúpula triangular de la catedral, archidiócesis de Ciudad Real, "afectuosa diatriba sobre las múltiples virtudes", derecho canónigo, un hujier con hache y un ostias sin ella ...— y de dos dudas que a don Juan le rondan por la cabeza: en el primer tercio del siglo XX ¿alguien en Ciudad Real llamaba bebés a los recién nacidos, alguien decía género donde hasta hace nada se decía sexo?
Fuera de estas minucias, la novela merece la pena; así que léanla ustedes; cuesta catorce euros y pasarán un buen rato.
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