Don
Juan viaja muchas veces solo y, a menudo, como hombre casi de otra
época, prefiere el tren o el autobús al avión. Sus
viajes son lentos, demorados, propicios a la observación, abundantes
de hoteles anodinos en los que pasa únicamente el tiempo
indispensable para el
sueño y el aseo.
Los
ratos perdidos, innumerables,
los
redime
con lecturas.
También,
gracias a la bendición de internet,
mantiene
contacto con este
mundo ruidoso y
pequeño en que vivimos,
y se entera de cosas que, hace apenas unos años, nunca hubiera
llegado a saber. Desde Brno, donde —nuevo Napoleón—
reposará
unos
días camino
de Cracovia, don Juan me manda este correo electrónico que les copio
literalmente:
Querido
amigo:
Hasta
hace bien poco yo desconocía la existencia de Jesús Miguel Horcajada. Ahora
aún
no
lo conozco personalmente, pero ya sí sé muchas cosas de él. Sé
—lo
dice el número 85 de la revista Gibralfaro—
que nació en Almagro en 1988, que es apasionado del arte y la
naturaleza, de la poesía y del teatro, y que ha publicado poemas
en diversos sitios. Por
el blog que mantiene y por Facebook,
he podido conocer sus ocupaciones, algunas peripecias de la vida
cotidiana, y ciertas actitudes políticas que no me son en absoluto
afines. Pero, en estas noches solas
y
largas —ay las largas noches de los viejos—,
estoy leyendo con creciente interés los muchos poemas que ha escrito, y no me queda más remedio que reconocerlo: es un poeta. O, mejor,
puede llegar a ser un poeta.
¿Por
qué digo que es poeta? Porque
tiene afición, talento verbal, sensibilidad, capacidad de invención
—en el sentido que daban a esta palabra las preceptivas antiguas—;
porque habita un mundo propio, no exactamente el mismo que el de los
posadolescentes de su edad aunque participe, inevitable,
de los rasgos más señalados; porque ese mundo aflora mediante un
lenguaje original, sorprendentemente modelado en bastantes ocasiones;
y
porque noto en él una decisión firme, obstinada, de no andar por
los caminos trillados de los poetas manchegos que riman clamores
con
albores
y se imaginan a don Quijote enviando emails
a Dulcinea desde el ipad..
¿Por
qué me corrijo enseguida y digo que puede llegar a ser un poeta?
Porque está en agraz. Eso, con los años que él tiene, no es un
defecto; sin embargo, podría llegar a serlo si descuida el
aprendizaje. Los poetas, los escultores o
los pintores son artistas —algunos, al menos—, pero también
deben ser artesanos —todos
sin excepción—;
es decir, han de dominar determinadas técnicas, inventadas ya y
bien probadas,
que
constituyen el vehículo mediante el cual pueda manifestarse el genio
que posean en
forma de objeto
artístico.
¿Que, una vez aprendidas, les da por olvidarlas? Ellos
sabrán;
pero una cosa es el olvido y otra la ignorancia: solo se olvida lo
que se sabe.
Ahora
bien,
¿cómo aprende un poeta? No
hay escuelas, pero hay un medio infalible: la lectura. Y
no solo la lectura de aficionado; también la lectura disciplinada,
o sea, el estudio. Todo aprendiz de poeta debe estudiar a los
clásicos de
nuestra lengua,
desde el Mio
Cid a
Nicanor Parra, por
acabar en algún sitio,
y a los clásicos de otras lenguas. Debe
leer igualmente
a
todos los poetas que pueda, a todos,
aunque sea para aprender por contraste. Obviamente, también debe
leer prosa; y,
dentro de la prosa, ensayos literarios que
le expliquen los
porqués, los paraqués
y, sobre todo, los cómos
de
la poesía. Ya sé yo que hay genios que no necesitan estas cosas
—¿Rimbaud?—,
pero
los genios no abundan y, aunque abundasen,
tampoco les estorbarían.
Si
lo ve por ahí, dele a Hocajada otro consejo: que corrija y que
rompa. En el blog hay bastantes poemas torpes y otros francamente
malos. ¿Qué necesidad tiene de enseñárnoslos?
Y
ya que se mueve usted
entre la intelectualidad almagreña, divulgue el nombre de este
muchacho, invite a que lo lean, pida que le dejen darse a conocer,
que le
permitan publicar... Almagro ganaría con ello. ¿Que
qué ganaría? Un buen poeta futuro, lo cual no es poca cosa.
Un
abrazo.
Don Juan se equivoca en eso de que ando entre la intelectualidad almagreña. No se lo tomo en cuenta y, como
me fío de él, yo también leo a Horcajada. Me alegro de
que en Almagro haya un poeta —un
poeta varón, quiero decir, que se añada a Manolita Espinosa—.
Ustedes
también deberían leerlo.
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