La
noche electoral, como todas, me acosté pronto. Tenía pensado
aguantar hasta los resultados finales, pero la tercera vez que
en la televisión llamaron pírrica
a la victoria del Partido Popular el sueño se apoderó de mí sin
que pudiera remediarlo. A otro día me despertó la radio con su
ración enfática de lugares comunes. Compré el periódico, eché un
vistazo a las portadas de los demás, y constaté, ¡otra vez!, aquello del color de los cristales. Ya en el
trabajo, le puse un correo a don Juan a ver qué opinaba.
El
lunes don Juan estaba en
Leópolis (Lviv, Lwów, Lvov, Lemberik, Lemberg...), la ciudad
ucraniana por donde pasa el meridiano, tantas veces sangriento, que
separa Oriente y Occidente. A punto de subirse a un avión para volar a Viena, y después de recomendarme que
leyera el libro de Jean Meyer La gran controversia
—Tusquets, 23 euros, la
mitad en electrónico—, que
explica muy bien el largo divorcio entre europeos orientales y
occidentales, me escribe:
Querido
amigo:
Gracias
a Dios no ejerzo de analista político
—me libro así de encenagarme en algunas tonterías—; pero, ya
que me pide usted opinión sobre las elecciones en
Almagro y puesto que no tengo cosa mejor que hacer en este
desangelado aeropuerto, allá va. Le advierto, sin embargo, que no conceda demasiada importancia a lo que digo: tiene la misma que la
de cualquier almagreño que a estas horas se disponga a tomarse unos vinos con que aliviar el tránsito por este valle de
lágrimas que llamamos mundo. Esto veo:
Almagro Sí Puede! se ha quedado donde preveíamos, en unos pocos
cientos de votos que le dan para un concejal. El resultado es muy
bueno teniendo en cuenta de dónde partían y los pocos medios de que
han dispuesto. Si a ellos les parece corto obedecerá sin duda a las desmesuradas expectativas: iluso se llama en nuestra lengua al que se
hace excesivas ilusiones.
Los
resultados de Ciudadanos me han sorprendido. No creía yo que hubiera
tantos almagreños —más de mil— conservadores dispuestos a
descartar el original en favor de la copia. Hallaremos la causa en la fatiga de Maldonado, en el atractivo personal de Galán y en
una campaña buena y con bastantes medios —¿de dónde habrán
salido?—. Sin embargo, el excelente resultado no les servirá de
nada: han logrado que el Partido Popular pierda las elecciones, sí, pero
no han llegado a ganar, ni siquiera a hacerse imprescindibles. ¿Se
conformarán con ello? Lo iremos viendo.
El
Partido Popular es el gran perdedor, sobre todo si comparamos los
cuatro concejales de hoy con los nueve de 2011. ¿A qué se debe? A
errores propios. La suficiencia
con que han administrado mayoría tan grande, la descoordinación del
equipo, la falta de un
liderazgo firme, el cainismo de algunos... y el desgaste del partido
en toda España. Ambas cosas tendrían que servirles para reflexionar:
Si Dios os da la victoria, no
abuséis de ella, dijo el califa. Ahora bien, les honra haber aceptado
muy dignamente la derrota.
El resultado del PSOE no es brillante: ni
siquiera, favorecido por la división de la derecha, ha llegado a
los seis concejales. ¿Por los candidatos, por el partido, por el
programa? No lo sé. Sin embargo, es el ganador de las elecciones y puede perfectamente gobernar; hace no demasiados meses a todo el mundo le parecía muy improbable. También
esto da para pensar un poco. Otro día será.
¿Qué pasará ahora? Me atrevo a
pronosticar —habiendo visto lo que hemos visto no es un pronóstico
muy arriesgado, lo reconozco— que no habrá pacto entre el Partido
Popular y Ciudadanos; que tampoco lo habrá entre el PSOE y Podemos;
que Reina será alcalde con seis votos; y que los socialistas
gobernarán siendo la minoría mayoritaria. Si es así, deberían hacerlo con tacto, con habilidad y con cintura. ¿Serán capaces?
Y yo añado otra pregunta: ¿Penderá sobre sus cabezas la moción de censura? Cuatro años son muy largos; ambiciones no faltarán; presiones superiores, tampoco; alguien puede tener la tentación de remover obstáculos... El tiempo que ahora empieza no será aburrido.
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