Don
Juan habla mucho de política, pero nada de politiquerías. Quiero
decir que si trata de política internacional nombra más a Mackinder
que a Kerry; si de política nacional, más a Azaña o a Pradera que
a Rajoy. Yo llevo tiempo intentando que me diga algo de Podemos, esa
supernova; hasta ahora ha rehusado, escabulléndose con cualquier
pretexto.
Esta
tarde, igual que todas, se quita el abrigo con solemnidad, lo deja cuidadosamente doblado en el respaldo de la silla como si fuéramos a
ser tres en la conversación, y mientras pido los cafés saca del
bolsillo de la chaqueta un libro bastante grueso, de portada
colorida, muy linda. Lo deja boca arriba en la mesa: la Poesía
completa de José Manuel Arango que publicó la Universidad
de Antioquia en 2003.
—Yo
también tengo el libro, pero en Sibila. Este cuesta un pastón.
Don
Juan frunce un poquito los labios y me mira con reproche: a él no le
gustan nada las vulgaridades, ni las léxicas ni ningunas; tampoco
cree que echar dinero en libros sea despilfarro.
En
silencio, lo abre por la página 166; lee este poema:
GRAMMATICI
CERTANT
El
nosotros
lo
saben los gramáticos
es
un curioso pronombre
Quiere
decir tú y yo
sin
él
y
también él y yo
sin
ti
y
también él y yo
contigo
y contra el resto
En
todo caso excluye siempre a alguien
De
esta parte nosotros
de
la otra los otros que nosotros
—Muy
bien, don Juan —digo con sincera admiración—. ¿Hoy hablaremos
de poesía?
—No;
hablaremos de gramática. Los seres humanos no tenemos ya otra manera
de entender el mundo y de expresarlo que el lenguaje. Ninguna
palabra, ninguna frase, es trivial, aunque el que la dice
no lo sepa.
—Claro.
Pero la gramática, con sus tecnicismos, sus sutilezas, su
incansable sobeteo de la lengua, me parece un entretenimiento de
ociosos; aburre.
Otra
vez me mira con desaprobación: ahora querría fulminarme. Como es educado
y está hecho a lidiar malos alumnos, prosigue en tono amable y
persuasivo:
—La
gramática explica muchas cosas. Fíjese en el partido de moda. Para
nombrarse han descartado lo descriptivo —Partido Anticapitalista
Revolucionario Bolivariano (PARBO), por decir algo—; en cambio, han
optado por la primera persona del plural del presente de indicativo
del verbo poder.
¿Cree usted que es inocente?
—No
lo había pensado. Será un anglicismo, una copia de Obama...
—La
primera persona del plural, como dice el poema, divide el
mundo en dos partes mutuamente excluyentes: ellos y
nosotros (si nos ensanchamos, ellos menguan; si nos comprimimos,
ellos crecen; si nos deslizamos a la derecha, ellos ocupan nuestra
izquierda....). Y no hay que decir, por supuesto, que
ellos son los malos y nosotros los buenos, sin dudas, sin
matices, sin regateos, sin compasión.
—¿Y
quiénes somos nosotros, don Juan?
—No
sé quiénes somos nosotros; sé quién soy yo, que no es poco. En
cambio, los de Podemos sí lo saben. El nosotros de
Podemos empezaron siendo los parias, los marginales, los
desahuciados, los “perroflautas”, los bizarros comunistas del
partido que fundó Líster... Ahora ya no: el nosotros actual
son exquisitos cuarentones siempre en desacuerdo con la realidad pero
muy bien acomodados en ella, angelicales criaturas cuyas cándidas
túnicas nunca se mancharán de tizne y cuyos delicados pies nunca
pisarán el barro de este mundo. Pero siguen siendo nosotros,
los buenos; lo que han perdido por la izquierda ha pasado a formar
parte de ellos,
los malos.
—La
tripa de Jorge, entonces.
Ahora
don Juan no se puede contener:
—Elevada
metáfora, querido amigo —dice con retintín—. Pero útil al fin
y al cabo: el núcleo duro, como dicen ahora,
el nosotros verdadero de
Podemos, está formado por buenos tácticos: ellos lo abren, lo
cierran o lo mudan según convenga.
—Me
va interesando la gramática.
—Pues
dejemos la morfología y vayamos a la sintaxis. Poder es un
verbo auxiliar para formar perífrasis con otro verbo,
el principal, que va en infinitivo: Podemos
dormir, podemos saltar esta tapia, podemos comer
macarrones... Pues
bien, los de Podemos no nos han dicho nunca seriamente cuál es su
verbo principal, es decir, qué podemos: ¿hacer la revolución?, ¿destruir el capitalismo?, ¿no pagar la deuda?, ¿asaltar los
cielos?, ¿llorar Orinocos?, ¿salir del euro?, ¿ser como
Venezuela?, ¿ser como Dinamarca?, ¿o quitar a ellos y
ponernos nosotros?
—O
sea, no nos han dicho cuál es su ideología ni cuál es su programa.
¿Es así?
—Eso
es: de izquierda radical antisistema han reculado a meliflua
socialdemocracia con toques regeneracionistas. ¿Dónde
pararán?
—Donde
les aconseje la táctica.
—O
la hipocresía.
—¿Todo
es malo en ellos, don Juan?
—No.
Sin lugar a dudas, el sistema político español que nació en la
Transición ha hecho crisis: necesita reforma o refundación, la
vieja política —es decir, los viejos políticos, las viejas formas
de hacer política— ya no sirve, urge el cambio. Y Podemos ha
detectado estupendamente esta necesidad y este sentir ciudadano,
mientras que los viejos partidos, amodorrados y torpes, ciegos, no
se han enterado. Pero una cosa es que necesitemos un cambio, y otra
que necesitemos cualquier cambio: a mí el que vocea Podemos no me
seduce en absoluto.
—¿Por
qué, don Juan?
—Ya
le he dicho las razones gramaticales, pero tengo otras. No me gustan
sus formas: esa petulancia juvenil que no hace prisioneros y
desprecia los hechos si no se amoldan a sus prejuicios.
—No
lo entiendo, don Juan.
—Digo
que no hacen prisioneros porque van a engullir, por ejemplo, a
Izquierda Unida sin ningún respeto por su trayectoria ni por sus
militantes, e incluso contando descaradamente con submarinos. Y
desprecian los hechos porque nos quieren explicar la historia reciente
de España —¡a nosotros, que la hemos vivido!— de una
manera no ya falsa sino tan descabellada que solo se la puedan creer
los pánfilos que comulgan con ruedas de molino o los
fanáticos rematadamente estúpidos.
—También
se quieren comer al PSOE.
—Les
va a costar algo más, pero lo iremos viendo. Tampoco me gustan sus
dirigentes. No me refiero a los nacionales —el taimado Iglesias, el lúgubre Monedero, el ambiguo Errejón...—, conspicuos miembros de
la casta universitaria, que conocen bien todas sus triquiñuelas y,
por eso, no proponen ningún cambio educativo: cualquiera les
perjudicaría. Me refiero a los de por aquí cerca; de los que
yo conozco hay varios con pasado, y no muy pulcro, en el
mismo Almagro o en Valdepeñas.
—Pero
en Almagro han elegido bien, don Juan.
—No
puedo negarlo. Elena Arenas es inteligente, trabajadora, culta, de buen
trato, nada sectaria...
—Y
doctora.
—Sí.
En el comunicado donde dan cuenta de su elección lo recalcan varias
veces.
—Para que nadie piense que anda por ahí montada en el monociclo
haciendo malabares.
—Desde
luego, tiene el mejor currículo académico de todos los posibles
candidatos a la alcaldía de Almagro.
—¿La
conoce usted?
—Apenas; pero
he leído sus publicaciones. De mayor nivel que las de Errejón
o Iglesias, que también las he leído.
—¿No
hay cosas mejores que hacer?
—A los jubilados nos sobra el tiempo.
Don
Juan hace una pausa. Estas pausas siempre anuncian algo importante.
—Elena
Arenas tiene, sin embargo, un defecto. Creo yo.
—¿Cuál?
—pregunto expectante.
—Algunas
veces se equivoca de objetivos —otra pausa interminable—: se para en cosas o en personas que no están a su
altura. Por ejemplo, en Pedro Estala: le ha dedicado mucho tiempo,
mucho trabajo y enorme talento a un personaje de quinta o sexta fila.
¡Si hubiera seguido con Borges! Aquí le pasa lo mismo: dirigir
Podemos en Almagro está muy por debajo de sus posibilidades. Se
cansará.
La
conversación ha sido larga. El café y las copas se acabaron hace
tiempo. Hay que despejar la cabeza. Salimos y, pese a la tarde de perros, damos un paseo hasta
San Pedro a ver la procesión de la Candelaria.
Cuando sea jubilado me gustaría hacer como tú: cerrar los buenos análisis paseando despacio hasta la ermita de San Pedro y comprobar que el ancho horizonte almagreño sigue ahí, al igual que la trdición de los santos viejos y los hornazos de dos huevos.
ResponderEliminarSolo hacen falta paciencia y buena salud.
EliminarHacia mucho tiempo que no leía un blog con tanta enjundia y si el camino es este y la continuación la misma,me tendrá Vd. a la vera del camino esperando cada semana sus golosos comentarios sobre cualquier cosa de las que acontecen en mi pueblo que no se si será el suyo pero que en este caso lo del hábito da lo mismo.Lo importante es la prosa .
ResponderEliminarEnhorabuena.Esto empieza a cambiar,para bien.Almagro se merece,cosas así.
Muchas gracias. No nací en Almagro, pero llevo "paciendo" aquí, de una manera u otra, muchísimos años ya. Por lo demás, haremos lo que se pueda, pero sin ínfulas y, sobre todo, intentando no ofender ni ponernos pesados. Eso sí: siempre con unas gotas de humor.
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