Cohn, Norman
Alianza Editorial
Madrid, 1981
Hace unas semanas, en el blog de Muñoz Molina, don Juan se enteró de que la editorial riojana Pepitas de Calabaza había reeditado En pos del Milenio, que llevaba descatalogado sepa Dios cuánto. Don Juan leyó este libro en los primeros años ochenta, en la edición de Alianza —la de la foto: vieja y amarilla ya— cuando estaba escribiendo un artículo sobre mística medieval, y no había vuelto a él.
Ahora ha rebuscado en su biblioteca, lo ha rescatado de entre un ejército de amores olvidados (así son muchos libros; otros no: son amores eternos), y lo está leyendo de nuevo.
En primer lugar cae en la cuenta de lo mucho que aprendió en él. Cosas que da por seguras y firmes, como si llevaran establecidas cientos de años, no las habían sabido ni él ni nadie de esta forma tan contundente hasta que Cohn publicó su libro. Es decir, el libro de Cohn es un libro fundamental y definitivo porque ha iluminado para siempre un aspecto importantísimo de la Edad Media —el sectarismo milenarista—, y sus noticias e ideas han pasado al acervo cultural común de todas las personas instruidas del mundo.
En segundo lugar constata una vez más que los seres humanos son, en lo esencial, absolutamente idénticos desde su origen hasta nuestros días. ¿O no hay todavía muchísima gente que, incluso sin darse cuenta, está esperando una salvación "colectiva, terrenal, inminente, total y milagrosa"?
En tercer lugar deplora que tantos lectores perezosos se atraquen de novelas "históricas" sobre cátaros y otros "misterios" medievales, y salgan de esas lecturas confusos y aturdidos, en lugar de alimentarse de libros como este.
Y, por último (y de esto no se acordaba), lamenta la traducción. Se nota que el libro, en su idioma original, está bien escrito; pero la traducción al nuestro se hace muy incómoda de leer: tiene faltas de ortografía (protejer), numerosas erratas, conjugaciones arbitrarias (desollan), errores monumentales (el más grave, confundir constantemente a Carlomagno con Carlomán)... Y parece ignorar que, en castellano, el Libro de la Revelación se llama Apocalipsis, Regensburg es Ratisbona, Mainz es Maguncia, Aachen es Aquisgrán, Gasconia es Gascuña... Don Juan confía en que la nueva traducción de Julio Monteverde para Pepitas de Calabaza corrija todas las meteduras de pata que tenía la de Ramón Alaix para Alianza.
Así que, si a ustedes les sobran veintiocho euros, no duden en gastárselos en este libro, que ya está en todas las buenas librerías. Don Juan, desde luego, lo comprará y regalará el ejemplar que tiene a alguien que lo precise.
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