Ya sabemos que a don Juan lo invitan —y él acude— a muchos sitios que para los demás contertulios son inaccesibles. ¿Por qué lo invitan? Lo
ignoro. ¿Por qué acude? Nos lo explica:
—Porque tengo tiempo, por saludar a antiguos amigos, porque
nada me resulta más interesante que observar la reunión de un buen grupo tribal
de seres humanos…
—¿Qué es eso de tribal? —pregunta el despistado.
—Grupos cuyos miembros, como los de una tribu, tienen algo en común:
oficio, extracción social, aspiraciones, afición, ideología… Da lo mismo que
sean científicos en un congreso, amigos en una fiesta o socios de la peña
barcelonista: el comportamiento se parece siempre al de una horda de chimpancés.
—Claro: somos parientes; pero explíquenos el parecido.
—En estas reuniones, una vez cumplidas las formalidades del
ritual, los participantes se dedican al acicalamiento
mutuo; y, mediante maniobras de aproximación, saludos, gestos, risas,
conversaciones, se establecen jerarquías, centros y periferias, grupos y subgrupos,
quedan elementos marginados…
—Si es siempre lo mismo, ¿por qué le interesa?
—Porque cambian los individuos.
—Entonces, lo que llama usted observación se parece bastante a lo que el resto de la gente
llamamos cotilleo.
—No. El cotilleo, si acaso, vendría luego: cuando yo les
contara a ustedes maliciosamente el resultado de la observación.
—¿Nos lo va a contar?
—¿Qué nos tiene que contar? ¿De qué hablamos? —pregunta otra
vez el despistado.
—Don Juan estuvo el otro día en el acto del Lanza —le digo por lo bajo.
—Sí: estuve en la presentación del nuevo Lanza digital.
—O sea, en el entierro del Lanza de papel —apunta el
conservador.
—En efecto. Por desgracia, pero acaso inevitablemente, el
diario Lanza ha dejado de publicarse en papel. Algunos intervinientes dijeron
que, pronto o tarde, les va a pasar a todos los periódicos.
—Mal de muchos…
—Es una enfermedad generalizada —don Juan elude el refrán— de la que
ya hemos hablado aquí otras veces. Los periódicos en papel tienen un futuro oscuro y tormentoso, y no serán pocos
los que desaparezcan. Para mí es triste, pero eso carece de importancia: a los
jóvenes, que se nutren de información digital, les da lo mismo. El Lanza,
además, era una anomalía.
—¿Una anomalía?
—Durante años el Lanza ha sido el único y el último
periódico convencional cuya propietaria era una institución pública: la
Diputación de Ciudad Real. Y de esta anomalía se han derivado varias de las dolencias que lo han llevado a la defunción: ya las analizaremos más adelante.
—¿Está usted en contra de los medios públicos?
—No: los medios privados están en contra de los medios
públicos; yo, en cambio, no tengo nada contra ellos siempre que se desempeñen con criterios profesionales. Es decir, que no sean la voz de su amo, ni cuenten con una
plantilla de mentalidad funcionarial.
—¿El Lanza ha funcionado así?
—Les he dicho que lo analizaremos más adelante. Lo que sí ha
hecho el Lanza es llevar información y darla de lugares adonde los demás no
llegaban: no está mal.
—¿Y la edición digital?
—No me gustan los periódicos digitales: la única virtud que
tienen es la inmediatez, que, menos en caso de catástrofe, emergencia o
acontecimiento extraordinario, no es ninguna necesidad. Y, en general, están
hechos a la ligera e irreflexivamente. Ahora bien, si esta es la
moda… Confío en que el Lanza digital no sea peor que otros.
—Don Juan, cuéntenos el acto.
—Sin pretensiones. Hubo demasiados discursos, como siempre, y
demasiado largos: de la diputada responsable, de la directora, de la alcaldesa
de Ciudad Real —¿por qué?—, del portavoz del gobierno de la Junta y del presidente de la
Diputación. Nada del otro jueves, salvo el del portavoz.
—¿Bueno?
—Impertinente, confuso, pedante, tópico, propagandístico, interminable…
Que Dios se lo perdone.
—Es usted duro.
—Él no tuvo compasión de los sufridos asistentes, que ya llevábamos
un buen rato de pie. Encima, empezó con una de esas frases que Internet atribuye
tan pronto a Buda como a Cristo, a Einstein o al papa Francisco. A partir de
ella mezcló la universidad —y su magnífico
rector— con el cambio climático, lo urgente con lo importante, el gobierno
de García Page con las nuevas tecnologías… me pregunté si no se estaría
confundiendo de acto.
—¿Quiénes eran los asistentes?
—Las autoridades civiles y militares —o sea, los mismos que
asistieron a la gala de La Tribuna—, políticos en activo o amortizados, algunos
intelectuales, periodistas… faltó el
Partido Popular, mezquino como siempre en esta provincia de ustedes.
—¿Y luego?
—Dieron buen vino, se formaron corros, a algunos se les
soltó la lengua… Ya les contaré.
Y nos deja con la miel en los labios.
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