domingo, 21 de mayo de 2017

Lanza digital

Ya sabemos que a don Juan lo invitan —y él acude— a muchos sitios que para los demás contertulios son inaccesibles. ¿Por qué lo invitan? Lo ignoro. ¿Por qué acude? Nos lo explica:
—Porque tengo tiempo, por saludar a antiguos amigos, porque nada me resulta más interesante que observar la reunión de un buen grupo tribal de seres humanos…
—¿Qué es eso de tribal? —pregunta el despistado.
—Grupos cuyos miembros, como los de una tribu, tienen algo en común: oficio, extracción social, aspiraciones, afición, ideología… Da lo mismo que sean científicos en un congreso, amigos en una fiesta o socios de la peña barcelonista: el comportamiento se parece siempre al de una horda de chimpancés.
—Claro: somos parientes; pero explíquenos el parecido.
—En estas reuniones, una vez cumplidas las formalidades del ritual, los participantes se dedican al acicalamiento mutuo; y, mediante maniobras de aproximación, saludos, gestos, risas, conversaciones, se establecen jerarquías, centros y periferias, grupos y subgrupos, quedan elementos marginados…  
—Si es siempre lo mismo, ¿por qué le interesa?
—Porque cambian los individuos.
—Entonces, lo que llama usted observación se parece bastante a lo que el resto de la gente llamamos cotilleo.
—No. El cotilleo, si acaso, vendría luego: cuando yo les contara a ustedes maliciosamente el resultado de la observación.
—¿Nos lo va a contar?
—¿Qué nos tiene que contar? ¿De qué hablamos? —pregunta otra vez el despistado.
—Don Juan estuvo el otro día en el acto del Lanza —le digo por lo bajo.
—Sí: estuve en la presentación del nuevo Lanza digital.
—O sea, en el entierro del Lanza de papel —apunta el conservador.
—En efecto. Por desgracia, pero acaso inevitablemente, el diario Lanza ha dejado de publicarse en papel. Algunos intervinientes dijeron que, pronto o tarde, les va a pasar a todos los periódicos.
—Mal de muchos…
—Es una enfermedad generalizada —don Juan elude el refrán— de la que ya hemos hablado aquí otras veces. Los periódicos en papel tienen un futuro oscuro y tormentoso, y no serán pocos los que desaparezcan. Para mí es triste, pero eso carece de importancia: a los jóvenes, que se nutren de información digital, les da lo mismo. El Lanza, además, era una anomalía.
—¿Una anomalía?
—Durante años el Lanza ha sido el único y el último periódico convencional cuya propietaria era una institución pública: la Diputación de Ciudad Real. Y de esta anomalía se han derivado varias de las dolencias que lo han llevado a la defunción: ya las analizaremos más adelante.
—¿Está usted en contra de los medios públicos?
—No: los medios privados están en contra de los medios públicos; yo, en cambio, no tengo nada contra ellos siempre que se desempeñen con criterios profesionales. Es decir, que no sean la voz de su amo, ni cuenten con una plantilla de mentalidad funcionarial.
—¿El Lanza ha funcionado así?
—Les he dicho que lo analizaremos más adelante. Lo que sí ha hecho el Lanza es llevar información y darla de lugares adonde los demás no llegaban: no está mal.
—¿Y la edición digital?
—No me gustan los periódicos digitales: la única virtud que tienen es la inmediatez, que, menos en caso de catástrofe, emergencia o acontecimiento extraordinario, no es ninguna necesidad. Y, en general, están hechos a la ligera e irreflexivamente. Ahora bien, si esta es la moda… Confío en que el Lanza digital no sea peor que otros.
—Don Juan, cuéntenos el acto.
—Sin pretensiones. Hubo demasiados discursos, como siempre, y demasiado largos: de la diputada responsable, de la directora, de la alcaldesa de Ciudad Real —¿por qué?, del portavoz del gobierno de la Junta y del presidente de la Diputación. Nada del otro jueves, salvo el del portavoz.
—¿Bueno?
—Impertinente, confuso, pedante, tópico, propagandístico, interminable… Que Dios se lo perdone.
—Es usted duro.
—Él no tuvo compasión de los sufridos asistentes, que ya llevábamos un buen rato de pie. Encima, empezó con una de esas frases que Internet atribuye tan pronto a Buda como a Cristo, a Einstein o al papa Francisco. A partir de ella mezcló la universidad —y su magnífico rector— con el cambio climático, lo urgente con lo importante, el gobierno de García Page con las nuevas tecnologías… me pregunté si no se estaría confundiendo de acto.
—¿Quiénes eran los asistentes?
—Las autoridades civiles y militares —o sea, los mismos que asistieron a la gala de La Tribuna—, políticos en activo o amortizados, algunos intelectuales, periodistas… faltó el Partido Popular, mezquino como siempre en esta provincia de ustedes.
—¿Y luego?
—Dieron buen vino, se formaron corros, a algunos se les soltó la lengua… Ya les contaré.
Y nos deja con la miel en los labios.


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