Don Juan está prácticamente recuperado de la operación;
ahora le aguarda la segunda fase del tratamiento, que empezará en octubre y se
alargará varias semanas. Entre tanto, él se ha instalado tozudo y feliz en el
presente —un paraíso recién descubierto—, libre de las inquietudes del pasado y
voluntariamente ignorante de las asechanzas del futuro. En el paraíso presente
don Juan ha retomado el gobierno de su vida, disfruta con fruición de los dones
gratuitos que se esparcen por el mundo, y se interesa ávidamente por las cosas
que pasan, o sea, que les pasan a los seres humanos, en cuya tribu se ha vuelto
a incluir.
Hoy acude a la tertulia algo pálido, un poco más flaco, con
bastón; pide café cortado y un jerez dulce; la voz, aunque firme, me suena
extraña, ronca, como oída por la radio o en una grabación antigua. Le
preguntamos por la salud; se sacude el asunto en pocas palabras:
—Bien. Estoy vivo y puedo valerme. Por ahora es suficiente.
Para descartar la recurrencia, pregunta él:
—¿Hay novedades? Cuéntenmelas..
Sabemos que son preguntas retóricas, que él está al día; respondemos cautamente:
—Pocas novedades hay. En la política…
Interrumpe:
—En la política hay algunas: Sánchez quiere formar gobierno.
—¿Qué le parece?
—Me parece la única salida que le quedaba, pero no creo que
tenga éxito ni sé si será bueno.
—Explíquese.
—Si Sánchez, perseverando en el no, excluye tercamente la
posibilidad de un gobierno de Rajoy y no desea terceras elecciones, el
camino inevitable es intentar gobernar él mismo. Se trata de un corredor arriesgado,
cada vez más estrecho, infestado de abrojos, sin vuelta atrás, que quizá concluya en la celada de su muerte política. Pero ha llegado aquí por errores tácticos propios: ¿qué necesidad tenía de
haberse cerrado desde el principio todas las puertas? ¿No podría haber
negociado? ¿Haber dicho, al menos, que estaba dispuesto a negociar? ¿Haber puesto condiciones serias y duras al PP a cambio de la abstención y, si la negociación
fructificaba, liderar en el Congreso la oposición a un gobierno en minoría?
—¿Y si no fructificaba?
—Hacer evidente que era por culpa del Partido Popular.
—No es fácil negociar con Rajoy.
—No. Y menos después de todos los desaires que el pobre
Sánchez ha tenido que sufrir. Pero el Partido Popular quiere las terceras
elecciones —sabe que le beneficiarán— y los desaires a Sánchez no son
viscerales: forman parte de una estrategia bien calculada para frustrar cualquier
negociación que merezca ese nombre; forzar la repetición de las elecciones,
pero echarle la culpa al PSOE por la intransigencia de Sánchez. Es decir, la
estrategia del PP tiene como objetivo la mayoría absoluta, que ahora sienten al
alcance de la mano. Sánchez debería haberlo visto y haberse anticipado.
—¿Qué pasará, entonces?
—Que Sánchez fracasará en el intento de formar gobierno. Entre otras cosas porque negociar con Podemos —incluso abandonado el histrionismo pueril de antaño— no es más fácil
que negociar con Rajoy. Y porque incluir en el lote a partidos nacionalistas
numerosos y muy diversos sería a costa de dejarse muchos pelos en la gatera. Demasiados
izquierdistas españoles son, a este respecto, de una ingenuidad candorosa:
creen que los partidos nacionalistas de izquierda son de izquierda antes que
nacionalistas; se equivocan lamentablemente: los partidos nacionalistas —como el adjetivo indica— pondrán siempre la patria —su patria— por delante de la clase.
—¿Entonces? —insiste el del piñón fijo.
—Entonces habrá elecciones. El Partido
Popular, solo o en compañía de
Ciudadanos se hará con la mayoría absoluta. Sánchez —si es que le dejan
presentarse— saldrá de ellas amortizado políticamente; el Partido Socialista,
como tantas veces en la historia, quedará hecho unos zorros; y la política, los
políticos y la democracia española acumularán desprestigio sobre desprestigio.
Qué lástima.
—Pero usted sostenía hasta hace bien poco que no habría
elecciones…
—Es cierto. Creía que los dirigentes españoles eran más
inteligentes y más generosos. Lamento haberme equivocado.
—¿No pagará el PP la corrupción que lo tizna por todos
lados?
—No. Los votos escandalizados
que tuviera que perder los perdió en diciembre del año pasado.
Mientras, en la izquierda, el PSOE continuará desangrándose; y Podemos, ya exento de glamur, se deshinchará otro poco.
No ha terminado el café; apenas ha probado el jerez; se
levanta sin apoyarse en la garrota, y se despide hasta el domingo que viene.
En la tertulia queda una sombra de desazón. La espantamos
con otra copa.
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