domingo, 16 de junio de 2019

Posesiones, pactos y dimisiones

Vienen los periódicos repletos de alcaldes que enarbolan —¿o blanden?— las varas, las miran enternecidos, las ofrecen al público en salones abarrotados… y sonríen con la sonrisa satisfecha y plácida del que ha llegado a la cima. Don Juan pasa las hojas distraído, deteniéndose apenas en un pie de foto, en un texto entrecomillado.
—¿Qué le parece, don Juan?
—De todo hay.
—Pero algo le llamará la atención.
—Esto lo llevamos visto, idéntico, muchas veces: los seres humanos, gracias a Dios, no cambian.
—No son seres humanos, don Juan; son alcaldes: políticos —se entromete el cínico.
—Los políticos —más los alcaldes: una categoría peculiar de político— son muestra representativa y quintaesenciada de la humanidad: si los criticamos tanto es porque nos vemos en su espejo.
—¿Qué ve usted en el espejo?
—Veo al fatuo, al humilde, al diligente, al vago, al generoso, al ruin, al perspicaz y al bobo, al culto y al ignorante… Me veo, los veo a ustedes: lo peor y lo mejor de nosotros.
—Exagera.
—Ni una pizca.
—O generaliza en exceso.
—Eso sí.
—Pues descienda y precise.
—En los pueblos de por aquí hay cosas llamativas.
—Cuente.
—Nadie recordó que ayer se cumplían cuarenta y dos años del momento fundacional de la democracia española: las elecciones del 15 de junio de 1977.
—Es la juventud, don Juan. No se lo tenga en cuenta.
—Bien. Entonces, mire qué pocas mujeres —¡menos de un cuarto!— hay entre los concejales de Almagro: algo, y no bueno, querrá decir. Mire el collar del alcalde de Valdepeñas: más ostentoso que el Toisón de Oro. Mire al alcalde de Daimiel afirmando impertérrito que apuesta por las personas: lo imaginamos en el Sportium apostando igualmente a que el Tarragona le gana al Huesca. Mire los crucifijos —¡todavía!—, de diversas materias y formas, en las mesas del juramento. Mire los discursos plagados de tópicos —y, en general, pedestres—, pero no todos. Mire cómo en la mayoría de los casos este acto sencillo y solemne, cargado de simbolismo, se desarrolla guardando exquisitamente las formas. Y mire cómo, por desgracia, en ciertos sitios los que pierden reaccionan desabridos y maleducados.
—¡Si esperaban ganar!
—Si esperaban ganar que se apliquen desde mañana a lograrlo en 2023.
—Ha habido pactos contra natura.
—El único pacto contra natura en una democracia —por lo que tiene de estupidez suicida— es el que se firma con quienes pretenden liquidarla.
—Pero otros chocan también.
—¿Se refiere a los del PSOE con Ciudadanos?
—Por ejemplo.
—Pocos lo esperaban, efectivamente. Sin embargo, a mí, más que el pacto —¿por qué no va a pactar un partido de la izquierda templada con otro que, antes, se proclamaba de centro?—, me asombra la generosidad del PSOE, me asombra que Zamora se quede con los dos primeros años del mandato y no con los dos últimos, que haya dejado abandonados a los podemistas —o como se llamen— que la sostuvieron en el pasado… y me parece destacable que en varios pueblos los pactos no se hayan cumplido.
—Cada pueblo es un mundo, don Juan.
—Y Ciudadanos, todavía un partido inmaduro.
—¿Qué quiere decir?
—Que ni tiene ideología firme ni organización disciplinada; que su militancia es de aluvión y no faltan en ella los arribistas: les queda buen trecho hasta que puedan competir con el Partido Popular.
—¿No le asombran las dimisiones, los concejales electos que no han tomado posesión?
—En general, sí; a veces, no.
—Distinga.
—Un individuo que aspira a ganar, pierde y abandona el campo merece reproche casi siempre: sea por cobardía o por desprecio a los electores. Ahora bien, abundan los precedentes ilustres que avalan tales comportamientos. En esta región de ustedes, tres que yo recuerde: Adolfo Suárez Illana, José María Barreda y María Dolores (¿de?) Cospedal. No llegaron a calentar el sillón cuando perdieron contra Bono, la propia Cospedal y Page, respectivamente.
—Les parecería indigno de sus méritos.
—Quizá.
—¿Se puede aplicar eso a Almagro?
—Creo que no. Las dimisiones de la candidata popular a la alcaldía y la de su número tres están plenamente justificadas, incluso hay que alabárselas.
—¿Y eso?
—A estas alturas resulta ya evidente que el Partido Popular se equivocó en la lista. Es también evidente que los resultados incapacitan a la candidata para promover y liderar una recuperación del partido; luego haberla mantenido durante cuatro años en el puesto hubiera sido, además de perder el tiempo, ocasión para el malestar y el desánimo de la militancia y de los votantes. Entenderlo así y haberse apartado le honra. Ojalá el nuevo portavoz tenga acierto y suerte.
—¿Del alcalde no dice nada?
—Más adelante: le restan cuatro años en el cargo. Pero apunte que me gustó el discurso.

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