domingo, 8 de julio de 2018

Empieza el Festival

Vino don Juan el jueves a la inauguración del Festival como todos los años, porque lo siguen invitando. A él —se aprecia a la legua— le gusta:
—No porque me vean, bien lo saben ustedes: por ver.
Lo sabemos: don Juan es educado y discreto; saluda a quienes lo saludan; elude las fotos; se coloca en sitios apartados, pero con buena visibilidad; no pierde detalle; y, en cuanto el acto acaba, se escabulle sin que nadie lo note, sin que nadie lo eche de menos; desde luego, no acude al cóctel: prefiere tomarse unos chatos en la plaza con cualquiera o, si se tercia, solo.
Puesto que a los demás no nos invitan, estamos deseando preguntarle:
—¿El cambio de director trajo novedades?
—Algunas hubo y, tal vez, significativas.
—Cuéntenos.
—Llegué pronto al Corral, me planté arriba, acodado en la barandilla, frente al escenario. No hay sitio mejor: se ve a los oficiantes perfectamente y se tiene debajo a los invitados distinguidos.
—¿Qué vio?
Don Juan remolonea:
—Las primeras dos cosas que me interesaron las vi antes, en la puerta.
—Cuente.
—En un corrillo estaban hablando de las elecciones a presidente del Partido Popular: once papeletas obtuvo Casado; tres logró Sáenz de Santamaría; y tres inasequibles al desaliento votaron a Cospedal: diecisiete electores.
—No son muchos: a las cenas de Navidad vamos más —se extraña el conservador.
—Usted sabrá, que se abstuvo; pero, si el Partido Popular cuenta diecisiete militantes en Almagro, se le hará difícil ganar las elecciones.
—¿La segunda?
—Un poco más allá gentes del teatro comentaban el nombramiento de Amaya de Miguel para el INAEM.
—¿Qué le parece?
—Veremos. En los tiempos de directora del Festival se prestaba más atención a ciertos dimes y diretes —nada relacionados con el teatro— que a su labor. Huella dejó poca; sin embargo, debemos suponer que aquellas habladurías se han disipado y sabemos que es persona competente: démosle un voto de confianza.
A mí hoy la política me importa un higo:
—Vamos al acto, don Juan.
—Comenzó tarde; vino el ministro de cultura; unas fanfarrias barrocas le dieron la bienvenida… y ahí empezamos a advertir las innovaciones y las continuidades.
—¿Innovaciones?
—El acto fue más sobrio y menos glamuroso. Más ágil también: no hubo pantallas para los elogios enlatados, por ejemplo. Ignacio García —le dicen Nacho—, el nuevo director, viste más informal y hace un discurso menos esforzado, pero quizás más culto. Desde luego no tiene el empaque ni la elegancia de Natalia Menéndez, aunque se expresa con notable facundia, y deja traslucir un bagaje amplísimo de lecturas y gran familiaridad con los clásicos.
—¿Las continuidades?
—La forma del acto, idéntica. Después del saludo del director, Carmen Conesa interpretó una canción y elogió brevemente a Carlos Hipólito, el premiado; Querejeta, con espléndida voz, dijo lo previsible; la laudatio fue sosa…
—¿Y los políticos?
—El alcalde dejó un buen discurso, que incluyó oportunas reivindicaciones feministas: en el escenario —¡después de lo de Sánchez!— había ocho varones y una sola mujer; el presidente de la diputación y el consejero repitieron el del año pasado, hasta el de hace dos años; y el ministro leyó, con escaso entusiasmo, el que le habían preparado; era obvio que le disgustaba la abundancia de lugares comunes y los perifollos formularios de la retórica administrativa: se permitió ciertas bromas; le podemos perdonar, por ser el primero, que no lo trajera repasado, pero tenemos derecho a pedirle más.
—¿El de Carlos Hipólito?
—Excelente: sencillo, llano, emotivo, justo y —era de prever— estupendamente dicho: levantó aplausos largos y entusiastas.
—¿Después?
—Después llamaron a los miembros del patronato para la foto de familia; yo me salí, pero pude ver casi de reojo que subieron también el delegado del gobierno y la subdelegada; están recién nombrados: o no tienen práctica o andan ansiosos de figurar.
—¿Se quedó al espectáculo de la plaza? Dicen…
A veces don Juan supera a Houdini:
—Me quedé en la terraza del Marqués, tomando unos vinos con un exconcejal de Argamasilla, casi tan viejo como yo, que tiene una finca cerca de Navaltizón.
—Don Juan, le preguntaba qué opina del espectáculo.
Otras va derecho al grano:
—Que entra, para mal, en el capítulo de las innovaciones.
—¿Y eso?
—Hay numerosos almagreños que no van al teatro; para ellos el Festival se reduce a la inauguración y a la clausura en una plaza repleta de gente; están acostumbrados a que les den cosas llamativas, nunca vistas; por eso el espectáculo del jueves —pese a la calidad, que le sobraba— no les sedujo mucho: lo ven todos los años en la feria.


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