domingo, 3 de septiembre de 2017

La vuelta, qué pereza

El pueblo de mi mujer está lejos, las carreteras son malas: hemos llegado a Almagro después de las dos. Entre que descargas, ordenas, comes, recoges, te sacudes la astenia que empuja a pasar la tarde encerrado en casa soñando, deseando con vehemencia pueril, que algún suceso inverosímil —un milagro, una catástrofe— impida acudir mañana al trabajo… aparezco por la tertulia, llevado en brazos de la inercia, muy tarde, ya bien empezada, cumpliendo desganadamente un rito casi tan insulso como el de la oficina. Hacen sitio amablemente, pero no hablan: el saludo es apenas un gesto, una sonrisa, una inclinación de cabeza: están jubilados, para ellos todos los días son iguales, no recuerdan la desazón anual del comienzo, de aterrizar en el suelo tedioso de los días laborables. Tardo un rato en enterarme de la conversación, la mente todavía opacada por el asombro o la sorpresa del recién despertado: hablan del nuevo curso político, esa pejiguera.
—No habrá moción de censura, veréis —opina alguien.
—¿Cómo lo sabes? ¿Tienes algún topo en el Partido Popular? —ironiza otro.
—No sé nada; me pregunto lo que tantas veces se pregunta don Juan: ¿a quién beneficia?
—Hombre: a los que se monten en el borrico y a sus secuaces.
—No a todos —interviene don Juan.
Lo miran interrogantes; le animan a seguir.
—Desde luego no beneficiaría a los almagreños. La gestión de este equipo de gobierno, discutible, imperfecta, con carencias, supera a muchas de equipos anteriores: ¿es razonable abortar abruptamente una trayectoria más o menos exitosa y permanecer semanas o meses empantanados hasta iniciar otra —cuyas características ignoramos— cuando queda poco más de un año para las elecciones?
—¿Y el asfalto, don Juan? Decían que era un pecado imperdonable.
—El asfalto está olvidado: ni era tan grave ni eran tantos los que se oponían. Ahora hasta parece haber más partidarios que detractores. Aquí, despiste frecuente, hemos confundido opinión pública con opinión publicada.
—¿Quién más no ganaría nada?
—El Partido Popular de Almagro. Desalojando a los actuales gobernantes por una cosa tan nimia como el asfaltado descontentaría a los partidarios, y gobernando con AECA metería al enemigo en casa y daría aire al principal rival.
—Explíquenos eso.
—El principal contrincante electoral del Partido Popular no es el Partido Socialista: electorados distintos casi incomunicados. El contendiente del PP es AECA, esa quimera ideológica —extrema derecha adobada con toques demagógicos y populistas— escindida de ellos y que abreva en el mismo sector social: ¿para qué darles poder sabiendo que sin él acabarán diluyéndose y sus votantes volviendo al partido que abandonaron? Los militantes más inteligentes del Partido Popular en Almagro se oponen, por eso, a la moción.
—¿Y si hicieran las paces y Galán encabezara la papeleta del PP en mayo del 19?
A don Juan la pregunta lo pilla desprevenido. Titubea.
—No lo había pensado —confiesa al fin— ni lo creo probable, pero en política… Ahora bien: ¿tendrían tragaderas tan amplias los militantes y votantes del PP, que sufrieron la traición de Galán en 2015?
—Quién sabe —se espanta las moscas el de la pregunta—. Enumere los beneficiarios.
—Galán, desde luego: en ningún momento ha ocultado la intención de llegar al poder ni ha dejado de intrigar para lograrlo. De rebote, quizá también el Partido Socialista, que se presentaría víctima de una oscura maniobra antidemocrática y de un pacto de perdedores, la muletilla perenne de Maldonado.
—Si esto es así, don Juan, ¿a qué cuento vino el comunicado de la directiva provincial del PP anunciando la moción?
—Nadie está libre de hacer el ridículo de vez en cuando. Quizá los dirigentes provinciales, absortos en el ombligo de la capital, desconozcan lo que pasa en los pueblos. Quizá alguien con capacidad de embrollar los metió en este lío sin que se dieran cuenta.
—¿Por qué insiste la prensa, entonces?
La Tribuna de Méndez Pozo es la única que insiste. Y sabemos de qué pie cojea. Por lo demás, si leen ustedes las informaciones despacio, comprobarán que no hay ninguna información: mero periodismo especulativo que no pretende contar la realidad sino influir en ella. Hemos hablado de esto y hablaremos: no lleva trazas de extinguirse.
—¿Cómo acabará la cosa?
—No lo sé. Si Galán dice en La Tribuna que no pone condiciones, que solo lo mueve el bien de los almagreños, podrían dimitir él y Maldonado, buscar un candidato que no levante ampollas y tantear entonces la moción…
Don Juan sonríe beatíficamente, da un sorbo al jerez, se levanta, coge el sombrero y la garrota…
—¡Dimitir Galán...?
—Los prodigios existen.
Yo me agarro a esto último: ojalá mañana no tenga que ir a la oficina.



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