domingo, 23 de julio de 2017

Migas del Festival

Ayer la organización del Festival exhibió unas muestras de la cocina del Quijote en el patio —claustro le dicen, a saber por qué— del Museo Nacional del Teatro; luego convidó a migas a todo el que quiso acercarse. Don Juan lo lee hoy en el periódico; se acuerda de Quevedo:
—Quevedo, uno de los españoles con más mala uva de la historia y un talento enorme desperdiciado en ruindades y baratijas, dio la receta para ser culto en veinticuatro horas; tan eficaz, a su juicio, que ya toda Castilla / con sola esta cartilla / se abrasa de poetas babilones / escribiendo sonetos confusiones; / y en la Mancha pastores y gañanes, / atestadas de ajos las barrigas, / hacen ya Soledades como migas. Naturalmente, la intención de Quevedo era ridiculizar a Góngora —que había muerto: hay que ser borde— y a sus secuaces —los poetas babilones que escriben sonetos confusiones: brillantes sintagmas—; el resto le traía sin cuidado, pero nosotros podemos preguntarnos para qué iban a querer producir Soledades los pastores y gañanes manchegos.
—¿Para qué?
—Para nada, claro.
—Entonces, ¿por qué nos lo cuenta?
—Porque acaso los del Festival hayan visto alguna relación entre migas y cultura, y pensado que, si le dan migas al pueblo, quizá lo arrastren a las Soledades.
—Don Juan, habla usted en jerigonza, parece un poeta babilón —dice alguien.
Don Juan sonríe complacido: le gusta que vayamos aprendiendo. Prosigue:
—Estos días he oído muchas veces que el Festival es un acontecimiento evento, sueltan algunos— cultural de primer orden. No lo dudo; ahora bien: ¿están ustedes seguros de que para los almagreños lo es?
Quedamos perplejos. Don Juan repite la pregunta:
—¿Ven los almagreños en el Festival una cosa relacionada con la cultura?
—Habrá de todo —supone el prudente.
—Habrá de todo, desde luego. Pero tal vez en la organización del Festival cuenten con datos más precisos; a lo mejor han hecho estudios para conocer la actitud de los almagreños respecto al festival, y algo no les cuadra.
—¿Qué supone usted?
—Yo solo puedo hacer sociología de casino sin validez científica: no soy de aquí, vengo de higos a brevas, no conozco la idiosincrasia almagreña, hablo con poca gente, me muevo en contados sitios… Lo que yo les diga carece de importancia.
—Díganoslo de todas formas.
—Supongo que una buena parte de los almagreños, y Almagro mismo, constituyen simplemente el marco incomparable del Festival, el escenario, magnífico y pasivo, de la representación; para un número considerable y cada vez mayor, el Festival es parte de una industria —formal o informal— que en julio hace el agosto; habrá quienes lo miren como una fiesta: aglomeración de gente y de ofertas de diversión a la que hay, por lo menos, que asomarse; no pocos abominarán de los ruidos y otras molestias; bastantes, sobre todo en las periferias geográficas, sociales o de edad, casi no se enterarán de lo que pasa; no faltarán quienes sientan, con variable nivel de irritación, que los beneficios del Festival siempre paran en los mismos bolsillos, o sea, que siempre seleccionan al hijo de la vecina para trabajar en lo que sea y “al mío no le toca nunca”; una minoría —¿inmensa? y libre de prosaicas preocupaciones— se interesará por lo estrictamente teatral y sus agregados culturales; otra minoría no despreciable se entregará a la ostentación y a los cotilleos faranduleros; ciertos tiquismiquis con ínfulas de hidalgos percibirán como una afrenta al sacrosanto honor almagreño cualquier nimiedad que les disguste…
Hace una pausa; toma un trago del jerez; cierra:
—Y hasta podría ocurrir que sectores más o menos amplios de la población pensaran que esto de la cultura en general —no digamos la alta cultura— es un entretenimiento tonto, superfluo, elitista, de gente estirada, cursi y pedante, que no vale para nada: una forma boba de tirar el dinero.
—Pero están equivocados…
—¿Y qué? En los tiempos que corren ningún responsable público, ninguna institución, quiere que lo tachen de elitista: lo que se lleva es ser popular y participativo. Participativo es la palabra de moda: fíjense y verán.
—Es bueno que la gente participe, don Juan.
—O no: según… cada uno sabrá lo que hace. A mí no me gusta que me empujen a participar: ya veré yo lo que me conviene. Pero los del Festival parece que sí quieren ser populares y participativos: por eso van a los barrios, invitan a gentes desfavorecidas, hacen actividades con niños, las sacan a la calle… o reparten migas en el Caballo. ¿Será eficaz, es decir, hará eso que los almagreños se arrimen a la cultura? ¿O se quedará en mera operación de márquetin: aplebeyamiento populista que los vacune contra cualquier tentación de elitismo?
Y ahí deja la pregunta: yo no sabría contestarla.

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