domingo, 4 de septiembre de 2016

Burquini

Alguien viene hoy con la pretensión de ponerse al día:
—Don Juan, que se acaba el verano y no hemos hablado de lo que habla todo el mundo…
—¿De qué habla todo el mundo?
—Parece usted de otro planeta, don Juan. De la Olimpiada, de los pokémones, de Trump, de Rajoy y Rivera, de vacaciones y viajes, de las playas atestadas, del burquini, de Turquía, de las series o libros “que no te puedes perder”… ¿No lee los periódicos, no ve la tele u oye la radio?
—Leo todos los días un periódico de cabo a rabo en papel y hojeo unos cuantos; en internet miro los titulares de muchos. Apenas veo la tele, es verdad; y oír la radio se me hace muy cuesta arriba, incluso Radio Clásica, que se ha apuntado a la moda de hablar al tuntún para no decir nada.
—Pues con los periódicos y poner oído a lo que dice la gente le basta.
—Nosotros casi podríamos parafrasear a Nuestro Señor Jesucristo: nuestro reino ya no es de este mundo aunque vivamos en él, ojalá que por mucho tiempo.
—Sí, don Juan: el mundo es de otros. Pero, mientras estemos aquí…
—Mientras estemos aquí hay que enterarse de lo que pasa, claro; sin embargo, no siempre lo que pasa es lo que dice la prensa y luego comenta la gente. En el mundo ocurren cada día millones de cosas —más las que podrían ocurrir—; la prensa da noticia de unas pocas: importantes —el terremoto de Italia, el golpe de Turquía—; menos importantes —Olimpiadas, Trump, Rivera y Rajoy—; y nimias —pokémones, libros y series “que no te puedes perder”, burquini—. Los que mandan en la prensa tienen un poder enorme, porque crean —o sea, inventan— la actualidad. Seleccionan como les da la gana una mínima porción de la complejísima, multiforme y casi infinita realidad; nos la ponen en letras gordas en la primera página del periódico o abren con ella el telediario; y ya está: esa es la actualidad. Una actualidad inevitablemente pobre y sesgada, pero muchas veces también cínicamente sesgada aposta en beneficio de alguien, aunque ese alguien sea tan solo la estupidez.
—Siempre exagerando, don Juan.
—Esta vez no: me quedo corto. Reparen ustedes: en una playa varias mujeres se meten vestidas en el mar; ustedes, que están distraídos cazando pokémones, las ven por el rabillo del ojo; les prestan algo de atención; se extrañan; lo comentan con los vecinos de sombrilla; otra extravagancia… Al cabo de un rato, el bañador talar no es sino uno de los tantos espectáculos gratuitos que la playa ofrece: fútil anécdota para contar al regreso. Pues bien, ¿cuántas páginas de periódico, cuántos telediarios, cuántas tertulias radiofónicas se han llenado con esta trivialidad?
—No es una trivialidad, don Juan; las musulmanas se bañan así porque no lo pueden hacer de otra manera: el heteropatriarcado se lo prohíbe.
—¿Quién es ese? —pregunta don Juan con sorna indisimulada—. Desde que hay memoria, en casi todas las culturas, tuvieran la organización social que tuvieran, las mujeres y los hombres se han vestido de forma diferente, y el atuendo de unas y otros ha estado sometido a reglas o convenciones más o menos rígidas pero no inmutables. En la España de nuestra infancia y juventud las mujeres rurales iban tapadas de pies a cabeza. Y miren ahora.
—Porque la sociedad ha cambiado.
—Efectivamente. Con todas las dificultades y reticencias que ustedes quieran —y aún son muchas e importantes— las mujeres en España han pasado a ser dueñas de sí mismas y de su propia vida: por eso, entre otras cosas, se visten o se desvisten como les parece sin que nadie se escandalice ni quiera impedirlo.
—A las musulmanas les está vedado.
—Es probable. Pero les está vedado en la playa y en cualquier parte; es decir, no son dueñas de sí mismas: se atienen a lo que decidan los padres, los maridos, los hijos. Y ese sí es un asunto serio. Lo de la playa es un mero síntoma, y de los más intrascendentes. En Francia, que en tantas cosas ya no es un buen espejo, han confundido el síntoma con el mal y han comenzado un tratamiento que lo agravará.
—¿Entonces? —insiste el del piñón fijo.
—Entonces paciencia, tolerancia, firmeza, educación y promoción económica y social. Y no matar moscas a cañonazos. Ya hemos hablado de esto alguna vez.
***
Y otra cosa: operan a don Juan la semana que entra. Los mantendré informados.




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