jueves, 3 de diciembre de 2015

Lecturas de don Juan: García Baena

Mientras cantan los pájaros
Antología poética (1946-2015)
Pablo García Baena
Cátedra
Madrid, 2015


Hablaba don Juan el otro día de la importancia de las editoriales. Sigue insistiendo: ¿Cuánto le debemos a Cátedra? ¿Cuánto le debemos a la colección Letras Hispánicas? Desde hace ya muchos años, con pocos altibajos, Letras Hispánicas ha puesto a disposición de los estudiantes y del público culto no especialista las obras fundamentales de nuestra literatura desde el comienzo hasta la actualidad, en unos ejemplares manejables, duraderos, bien anotados y con estudios introductorios, aunque desiguales, de muy buen nivel. Y a un precio más que asequible. ¿Qué más se puede pedir? Que continúen mucho tiempo.
Por otra parte, aparecer en Letras Hispánicas es algo así como una consagración, tener garantizado el pasaporte a la posteridad, convertirse en clásico. Y quizá otros no tanto, pero el autor cuyo libro comenta hoy don Juan lo merece plenamente.
Pablo García Baena, que nació en Córdoba el día de San Pedro y San Pablo de 1921 —en bastantes sitios, incluida la Wikipedia, se dice que fue en 1923, pero el propio poeta le confesaba a Rodríguez Marcos en El País hace unos meses que nació en el 21—,  es tal vez el más importante poeta del llamado Grupo Cántico, en el que también se incluyen Ricardo Molina, Juan Bernier, Julio Aumente, Mario López... Los poetas de Cántico, tanto por sus obra como por sus biografías, fueron un fenómeno absolutamente extraordinario en la España de la época.
La poesía de García Baena es barroca, sensual, delicada, atenta a los misterios del mundo, introspectiva, a veces decadente y siempre muy consciente de la importancia del lenguaje, que el poeta maneja con virtuosismo. Por diecisiete euros se puede comprobar.
Aquí va una muestra, que tiene ecos obvios de Góngora:
            EL RINCÓN NATIVO
      Hermosa sí lo eras pero ruin y turbia.
      Y te invoqué de lejos cuando me preguntaron,
       llorándote perdida y te rogué, sumiso
       amante que ya teme leteos en la noche,
       y espera el abandono y es el ascua del celo
       como garra de cólera, adunco sacre torvo
       que el corazón rasgara goteante en balajes.
       Bella sí y deseada. Pero yo te hice mía
       y te muré en diamante, lapidario que talla
       en boato palabras para aderezo tuyo,
       sabiendo de tus urnas caducas de soberbia,
       de tus lúbricas ovas ahogando linfas claras.
       Mas en el duro jaspe se inscriben nuestros nombres
       para siempre, nupciales, los vínculos esdrújulos,
       mientras te yergues fría y desnuda en la almena
       de aquel excelso muro.








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